La Jira
Publicado el 26 septiembre, 2012 / Juan J. Pérez Valle
Todos los años, cuando se acaba la temporada de verano, se reúne la Junta Directiva de esta asociación para hacer balance de lo realizado. Indefectiblemente, siempre sale a relucir un mismo asunto: la Jira a la Grúa. Y no es para menos, dado el grado de insatisfacción que tal evento produce y las acaloradas discusiones que provoca entre nosotros.
Creo que muchas personas que acuden a la fiesta no se dan cuenta del sentido del festejo. Se trata de dar una alegría a nuestros socios, allegados y amigos, reuniéndonos todos para merendar en agradable compañía, pero no para hacer acopio de bollos preñaos y botellas de sidra para llevarse a casa como hacen algunos. En este sentido, el socio no tiene “derecho” al bollo y a la sidra, si no es para consumirlo con todos los demás. Y luego está el caradura; uno se queda sin palabras cuando alguien llega y dice: “Dame ocho” Ante la cara de estupefacción del que se encuentra tras la mesa, añade en su descargo: “uno el de mi hermano, otro el de mi tío, otro el de mi sobrino…”. Si el hermano, el tío, el sobrino y toda la parentela están allí, no habrá ninguna objeción a darle lo que pide, pero si no es así y se le pone algún pero, el caradura de turno no duda en ir dos, tres o las veces que considere para reclamar más bollos, y a distintas personas, hasta conseguir su objetivo y llevarse una buena colección a su casa.Y no, no es eso. Por supuesto que no se van a negar los bollos y la sidra que los socios necesiten, también para los hijos, amigos, y amigos de los amigos de algún socio que se sumen a la fiesta aunque estos no lo sean, sino de lo que se trata es de evitar abusos.
Para ello hemos pensado de todo, aunque nunca lo hemos puesto en práctica: pedir el carnet de socio, entregar un número limitado de bollos a cada socio, enviar un vale con la revista, poner un tonel para la sidra…, e incluso mandarlo todo al carajo y no volver a hacer la jira. Sirva de ejemplo de lo que digo que en la de este año nos hemos quedado con 14 –catorce- cajas de sidra vacías, las botellas que algunos se llevaron a sus casas, y eso que se entregan las botellas abiertas para evitar que se las lleven, porque además, los cascos que faltan también hay que pagarlos.
Todos los años, cuando se acaba la temporada de verano, se reúne la Junta Directiva de esta asociación para hacer balance de lo realizado. Indefectiblemente, siempre sale a relucir un mismo asunto: la Jira a la Grúa. Y no es para menos, dado el grado de insatisfacción que tal evento produce y las acaloradas discusiones que provoca entre nosotros.
Creo que muchas personas que acuden a la fiesta no se dan cuenta del sentido del festejo. Se trata de dar una alegría a nuestros socios, allegados y amigos, reuniéndonos todos para merendar en agradable compañía, pero no para hacer acopio de bollos preñaos y botellas de sidra para llevarse a casa como hacen algunos. En este sentido, el socio no tiene “derecho” al bollo y a la sidra, si no es para consumirlo con todos los demás. Y luego está el caradura; uno se queda sin palabras cuando alguien llega y dice: “Dame ocho” Ante la cara de estupefacción del que se encuentra tras la mesa, añade en su descargo: “uno el de mi hermano, otro el de mi tío, otro el de mi sobrino…”. Si el hermano, el tío, el sobrino y toda la parentela están allí, no habrá ninguna objeción a darle lo que pide, pero si no es así y se le pone algún pero, el caradura de turno no duda en ir dos, tres o las veces que considere para reclamar más bollos, y a distintas personas, hasta conseguir su objetivo y llevarse una buena colección a su casa.Y no, no es eso. Por supuesto que no se van a negar los bollos y la sidra que los socios necesiten, también para los hijos, amigos, y amigos de los amigos de algún socio que se sumen a la fiesta aunque estos no lo sean, sino de lo que se trata es de evitar abusos.
Para ello hemos pensado de todo, aunque nunca lo hemos puesto en práctica: pedir el carnet de socio, entregar un número limitado de bollos a cada socio, enviar un vale con la revista, poner un tonel para la sidra…, e incluso mandarlo todo al carajo y no volver a hacer la jira. Sirva de ejemplo de lo que digo que en la de este año nos hemos quedado con 14 –catorce- cajas de sidra vacías, las botellas que algunos se llevaron a sus casas, y eso que se entregan las botellas abiertas para evitar que se las lleven, porque además, los cascos que faltan también hay que pagarlos.