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La Jira

Todos los años, cuando se acaba la temporada de verano, se reúne la Junta Directiva de esta asociación para hacer balance de lo realizado. Indefectiblemente, siempre sale a relucir un mismo asunto: la Jira a la Grúa. Y no es para menos, dado el grado de insatisfacción que tal evento produce y las acaloradas discusiones que provoca entre nosotros.

Creo que muchas personas que acuden a la fiesta no se dan cuenta del sentido del festejo. Se trata de dar una alegría a nuestros socios, allegados y amigos, reuniéndonos todos para merendar en agradable compañía, pero no para hacer acopio de bollos preñaos y botellas de sidra para llevarse a casa como hacen algunos. En este sentido, el socio no tiene “derecho” al bollo y a la sidra, si no es para consumirlo con todos los demás. Y luego está el caradura; uno se queda sin palabras cuando alguien llega y dice: “Dame ocho” Ante la cara de estupefacción del que se encuentra tras la mesa, añade en su descargo: “uno el de mi hermano, otro el de mi tío, otro el de mi sobrino…”. Si el hermano, el tío, el sobrino y toda la parentela están allí, no habrá ninguna objeción a darle lo que pide, pero si no es así y se le pone algún pero, el caradura de turno no duda en ir dos, tres o las veces que considere para reclamar más bollos, y a distintas personas, hasta conseguir su objetivo y llevarse una buena colección a su casa.Y no, no es eso. Por supuesto que no se van a negar los bollos y la sidra que los socios necesiten, también para los hijos, amigos, y amigos de los amigos de algún socio que se sumen a la fiesta aunque estos no lo sean, sino de lo que se trata es de evitar abusos.

Para ello hemos pensado de todo, aunque nunca lo hemos puesto en práctica: pedir el carnet de socio, entregar un número limitado de bollos a cada socio, enviar un vale con la revista, poner un tonel para la sidra…, e incluso mandarlo todo al carajo y no volver a hacer la jira. Sirva de ejemplo de lo que digo que en la de este año nos hemos quedado con 14 –catorce- cajas de sidra vacías, las botellas que algunos se llevaron a sus casas, y eso que se entregan las botellas abiertas para evitar que se las lleven, porque además, los cascos que faltan también hay que pagarlos.

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