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Cada fotografía, un mundo

El Sr. Jesús Farpón, aparte de un buen profesional, es un buen Amigo de Ribadesella; no en vano todos los años forma parte del jurado que concede los premios de los concursos de fotografía que nuestra Asociación organiza. Con motivo de la entrega de los premios correspondientes a la última edición, el Sr. Farpón impartió una conferencia acerca de su trayectoria profesional y lo que es su gran pasión, la fotografía, y que extractado, ve la luz en estas páginas.

Amigos, tengo que decir en primer lugar que, paradójicamente, comencé escribiendo. La vida de un corresponsal es exigente y requiere hacer todo tipo de tareas, incluidas fotografías, paratener una mínima autonomía. Nunca me podré olvidar que mis primeros pasos en la fotografía los inicié en el laboratorio fotográfico del Club Cultural de Tudela Veguín, mi pueblo natal, y me costó casi un mes de hospitalización por unas quemaduras de segundo grado en la pierna derechapor manipular mallas hornillos de alcohol para calentar los líquidos de revelado. De mi memoriano me gustaría que se borraran los nombres de Mari Luz Fernández, amiga de mi hermana Malen -y de la familia- que era quien me dejaba su cámara de fotos, una Fujica Reflex, que para mí era lo nunca visto. Tampoco el que mi primera avalista fuese mi hermana Carmen cuando di el paso decomprar mi primera cámara, una Canon AT1; fue en Galerías Preciados de Oviedo y costó 37.000 pesetas, una fortuna para mi maltrecha economía; por este motivo decidí comprarla en cómodos plazos de dos mil pesetas mensuales.

El periodismo entró en mi vida como algo desconocido, pero no por ello extraño; rápidamente me familiaricé con él, me cautivó y mis estudios de Derecho comenzaron a pasar a un segundo plano. Mi madre siempre me recordaba la promesa incumplida que le hice a mi padre en los últimos momentos de su vida: «acabaré la carrera». En mayo del año 1982, Julio Puente, redactor jefe del diario Región y mi padre profesional, me dice que me va a acreditar como único fotógrafo del Mundial de Fútbol. Fue a partir de ese momento cuando decidí no engañarme más y decir las cosas claras en casa:»no me presento a los exámenes porque vaya hacer las fotos del Mundial para el periódico. Soy consciente’ de que incumplo una promesa, pero creo que vaya fotografiar
algo que posiblemente tardará muchos años en volver a celebrarse, por lo menos en Asturias». Los criterios no fueron compartidos durante algún tiempo, finalmente mi madre llegó a decir, tímidamente, eso sí, que el hijo más feliz con su trabajo fue el que no quiso acabar su carrera.

En septiembre de 1983 ingresé en el diario La Nueva España. Comencé en la delegación de Gijón y siete meses más tarde pude regresar a Oviedo. Las cosas, poco a poco, se iban encauzando para mí y llegar a este medio de comunicación eran palabras mayores, aún así nunca olvidaré mi gran escuela de periodismo: Región. Un periódico pequeño, pobre y en bancarrota, pero con una gran dignidad y una profesionalidad impresionante. Teníamos que negociar cada bobina de papel para salir al día siguiente a la calle, y como no había empresa, no nos quedaba más remedio que hacer reparto de sueldos, en asamblea, para poder llevar una miseria a casa los meses en los que había dinero. Fue una buena escuela, de la escasez aprendimos el trabajo en equipo, guardar el secreto de la exclusiva y el rigor periodístico, eso sí, siempre con el apoyo de Ricardo Vázquez Prada, periodista de raza como pocos, por aquel entonces ya jubilado, pero que todos los días tenía como norma ir a la redacción para estar con nosotros. Como vulgarmente se suele decir: «murió con las botas puestas».

La vida de un fotógrafo de prensa es un poco compleja y por ello quiero desglosarla en varios aspectos. Nuestro trabajo consiste en hacer fotos donde está la noticia y en el momento oportuno; para ello se requiere un poco de paciencia, bastante intuición y nunca dar por perdida una noticia. El conocimiento del medio y de las personas es fundamental, es dificil garantizar un buen trabajo cuando no dominas estos últimos aspectos, por ello siempre
recomiendo a los jóvenes fotógrafos que deben de imponerse como obligación diaria leer el periódico antes del inicio de cada jornada y fijarse en las caras de los personajes que en él aparecen. Es vital saber quien es protagonista en cada noticia, no se puede ir a un juicio sin saber quien es el acusado o subir a Sardeu sin saber quien es la abuela de la princesa Letizia. Muchas veces cuando no conoces a la gente lo confías todo al azar.

Recientemente, en el accidente de helicóptero en Afganistán donde murieron diecisiete militares españoles, cuando estábamos en la Base Aérea de Getafe a la espera de la llegada los restos mortales, el mayor problema que teníamos era que no conocíamos ni a la viuda ni a los familiares del sargento asturiano José González Bernardino. Era dificil saberlo porque estábamos colocados casi a cien metros de las familias y no había forma de concretar quien era cada cual. Fue imposible identificar a la viuda al cierre de la edición, así que la fotografía
de primera página del día siguiente fue la del rey Juan Carlos y su hijo Felipe saludando a los cadáveres. Al día siguiente madrugamos para contactar con los familiares en el hospital Gómez Ulla y conseguimos que nos atendieran en una cafetería próxima pese al trance que estaban pasando. Nunca sabes cómo van a reaccionar las personas en estas circunstancias; afortunadamente nos atendieron muy bien, e incluso les ayudamos a salir por unos instantes de
ese dolor que invade a las personas en momentos tan duros. Cuando Rosa, tía del sargento, me dice quien es la viuda al ver la información en la televisión de la cafetería, casi me da un vuelco el corazón. La fotografía de los familiares asturianos la habíamos publicado en páginas interiores, pero con un pie de foto genérico y sin identificar a las personas. Pues mire Vd. por donde, tenía la foto de Silvia Espínola, viuda de nuestro sargento ovetense, y ante la imposibilidad de no poder reparar este percance, indiqué a mis jefes que podía ser una buena foto de apertura para el suplemento dominical, donde se publicó un reportaje sobre el accidente aéreo.

Con esta anécdota quiero incidir en la importancia de conocer bien a los personajes de nuestras informaciones, pero no quiero abandonar este aspecto sin hacer mención a la intuición y rapidez de reflejos cuando uno está detrás del visor de una cámara. Ustedes pensarán que en las mismas condiciones y circunstancias todo el mundo puede reaccionar igual y no me atrevo a decirles que no. Cuando estamos en un acto institucional más de cincuenta fotógrafos juntos, bien embuchados en esos corralitos que ahora están tan de moda, ustedes desde los sillones de sus casas son testigos únicos de semejante barbaridad, sienten el sonido simultáneo de cincuenta obturadores y los destellos de cincuenta flashes capaces de provocar algún desprendimiento de retina ante el mínimo movimiento de nuestros protagonistas informativos; esa es la rapidez ala que me refiero. Lo de los corralitos, que incluso llegan a poner un cartel asignando su destinatario: «aquí prensa», lo único que hacen es acotar nuestros movimientos, es decir, nos limitan nuestra libertad de movimientos y poco a poco nos pretenden convertir en una auténtica fotocopiadora y si es posible que no meta mucho ruido. En ese preciso instante, que son décimas de segundo, es cuando hay que decidir si te lías contra los escoltas (que suelen ser armarios humanos y no razonan) o por el contrario acatas las reglas del juego e intentas sacar el máximo rendimiento a los pocos movimientos que te permiten. La experiencia me confirma que optar por una violenta discusión te hace perder tiempo y fotografías, porque los otros 49 compañeros que están a tu
lado siempre se solidarizan contigo, pero sus cámaras siguen funcionando sin tregua mientras tú discutes o eres expulsado de esa información. Tu conciencia dirá que tu trabajo se tiene que publicar en unas horas y si no lo tienes, por una discusión, es tú única responsabilidad.

Nuestra profesión, como todas, permite pocos fallos, por ello no quiero dejar de referirme al lema: «nunca arrojes la toalla». Lo que nunca debe hacer un fotógrafo es entregarse a su contrincante, eso es renunciar a todo y a su propia casta. Debe presionar hasta el límite y hacer valer sus argumentos por encima de todo, aunque no imponerlos por las bravas, porque eso al fin y al cabo te hará perder la razón.

La información gráfica en periódicos periféricos – como nos denominan en Madrid- está en equilibrio entre la adulación y la reprobación de nuestros protagonistas informativos. A cualquiera le parecería mal que cuando, por ejemplo, a uno le dan un premio importante, el periódico de su vida no hiciera ni una sola mención del acto. Lo triste es que también sienta muy mal cuando ese mismo periódico informa sobre un asunto feo del cual eres protagonista. Es
una realidad incontestable. Muchas veces me gustaría que todas las personas que nos critican se pusieran en nuestro lugar antes de tachamos de mentirosos y desvergonzados. Puedo decir que, a punto de cumplir mi etapa de plata en esta profesión, siempre quise decir la verdad con mis fotografías.

En el periodismo en general, una de las máximas es el saber distinguirse de la competencia. Hay que publicar noticias que otros no publican, o darlas de otra manera con distintos enfoques. Esto cada día resulta más difícil; la competencia es dura, la proliferación de gabinetes de prensa por parte de las instituciones y grandes empresas es una realidad palpable. Su única misión es administrar la información a base de convocar las famosas y aborrecibles ruedas de prensa. Información igual para todos. Fotos iguales para todos, por aquello de que no haya reproches y no complicar la vida a quien les paga. Así todo el mundo estará contento y nadie reprochará nada.

Nada más lejos de la realidad. Lo único que consiguen con esta política es estrangular la capacidad de creación de los periodistas y, consecuentemente, dar una información totalmente plana, con muy poco atractivo y poco estimulante para cualquiera de nosotros. En muchas ocasiones más del sesenta por ciento de la jornada laboral de un periódico son ruedas de prensa.

Volviendo al tema gráfico, quiero hablar ahora de los equipos fotográficos. Cualquier profesional que se precie, suele tener un espectacular equipo, grandes objetivos, varios cuerpos de cámara último modelo, y el mejor ordenador portátil del mercado. Como ya dije anteriormente mi primera cámara fue una Canon de las económicas, por no decir la más. Ciertamente la economía marcaba la pauta de mis aspiraciones, pero de esta experiencia saqué una conclusión: lo importante no es tener un gran equipo, lo que en realidad importa es que conozcas tu equipo, que sepas lo que puedes llegar a hacer con él. En definitiva que nunca te domine la cámara.

También quiero referirme a la evolución de la fotografía en los últimos años. La era de la fotografía digital nos invadió a todos y los periódicos no iban a quedar al margen. Ya no existen los laboratorios fotográficos en las redacciones, se acabaron las cámaras oscuras, el revelado de película y de papel.No tenemos que viajar con ampliadora ni hacer cámara oscura en las habitaciones más soleadas de los hoteles.Afortunadamente, nuestro trabajo en este aspecto se dulcificó espectacularmente. Seguimos usando cámaras reflex pero con soporte digital, capaces de hacer hasta diez disparos por segundo, y en un futuro próximo se podrán transmitir las fotografías desde el mismo cuerpo a las redacciónes. Las «cámaras reliquia» ya no están de moda, la película ya es historia y hace unos meses el potente monstruo de Kodak anunció una de las mayores regulaciones de empleo de su historia por éste y otros motivos. Nuestro equipo de trabajo ahora consiste en tener un cuerpo de cámara digital y un ordenador que tenga la suficiente potencia para trabajar con archivos pesados como son las fotografías. La cámara oscura se sustituyó por el ordenador y nuestro trabajo de redacción se redujo considerablemente.

A la hora de viajar también se notan los avances tecnológicos. Recuerdo que en uno de mis primeros viajes dejé la instalación telefónica de un hotel totalmente destrozada; tenía que conectar a la línea para poder transmitir las fotos. Lo conseguí, pero cada foto tardaba cerca de veinte minutos en llegar a Oviedo, eso si no se cortaba la comunicación, que era lo más frecuente. Después llegaron los telefotos, de modo que una vez escaneado el negativo se enviaba a la redacción, las fotos en papel en blanco y negro tardaban seis minutos y las de color dieciocho. Ahora, con las comunicaciones que existen, en diez minutos somos capaces de transmitir cerca de una docena de fotografías con el suficiente peso como para publicarlas a gran tamaño, desde un teléfono fijo, un acceso a Internet o desde un teléfono móvil. Al ritmo en que van evolucionando las comunicaciones, llegará el momento en que no tendremos que ir a la redacción del periódico para nada.

¿Es buena esta revolución de las comunicaciones? Creo que sí y sería mucho mejor si el tiempo que se ahorra en este aspecto de la producción se empleara en el perfeccionamiento de la información y en dar más rigor a nuestros trabajos. En definitiva a dar calidad.

¿Somos equiparables a los paparazzi? Es una pregunta que nos hacen con mucha frecuencia y que no hay más remedio que afrontar. Creo que no tenemos nada que ver con los fotógrafos que viven de la prensa rosa y por cuenta propia. No tenemos nada que ver por una sencilla razón; nosotros a la hora de trabajar solamente hacemos una valoración informativa de las noticias, y sólo si éstas llegan a despertar el interés de los lectores. Por el contrario, el «paparazzi» solamente se dedica a fotografiar la intimidad de los famosos y a sacar dinero por ello. Es capaz de llevarse por delante a quien sea con tal de sacar una exclusiva sabiendo que lo que más le interesa es el aspecto económico. Nunca conocí a ninguno de estos personajes que tuviera un código deontológico normal.

Dejo para el final la característica que más me gusta de mi profesión, el trabajo en equipo. Cuando vamos de reportajes solemos ir por parejas, un fotógrafo y un redactor; pues bien, cada día estoy más convencido de que el éxito de una información está relacionada con el grado de compenetración que tengas con el redactor que te acompaña. No siempre se ven las buenas fotografías desde una cámara y en muchas ocasiones es tu compañero quien te lo indica.

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Hasta aquí las palabras de Jesús Farpón; después fue comentando una serie de fotografías de su archivo particular, elegidas por su propia historia y que dieron título a esta conferencia, finalizando el acto con un animado coloquio.

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