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Tito Bustillo

Mucho se habla y se escribe últimamente de sacar el mayor provecho posible a la cueva de Tito Bustillo y al macizo de Ardines. Nada que objetar a una idea que viene de lejos, pues hay que remontarse a 1939 -recién terminada la guerra civil- cuando Rafael Quirós Isla, vicepresidente de la Diputación Provincial y su íntimo colaborador el riosellano José M. Fernández Buelta, propusieron al conde de la Vega del Sella, como hombre de prestigio internacional, que efectuase un estudio para la instalación de un Museo Prehistórico en la Cuevona: «donde se diese una sensación exacta de los periodos prehistóricos, instalando incluso un hogar primitivo».

No eran precisamente tiempos propicios entonces para ensayos culturales y aquella iniciativa cayó en el más completo de los olvidos hasta que tuvo nueva creación en 1962, gracias a la propuesta hecha ante el Instituto de Estudios Asturianos por José A. Martínez Alvarez, profesor de Geología de la Universidad de Oviedo, en la que abogaba por crear un Parque y Museo del Cuaternario en la cueva de la Lloseta o de la Moría, iniciativa que corrió la misma suerte que la anterior.

Años más tarde, en 1968, fue descubierta la cueva de Tito Bustillo, convirtiéndose para Ribadesella en todo un reclamo turístico, siendo visitada desde entonces por miles de personas al año. Rápidamente, y para abrir la cueva al público, se construyó el moderno acceso, a costa de destruir parte de sus yacimientos, según afirman voces autorizadas, y algunos años más tarde una pequeña Aula Didáctica. Lo del museo no parecía ser tan necesario para las autoridades de entonces, teniéndose como se tenía al Museo Arqueológico Provincial en Oviedo para recoger todo lo que en ella, y en otras cuevas, se descubriese, siempre a costa de municipios donantes que se veían obligados de este modo a ceder parte de su patrimonio.

Sin embargo esta cueva, una de las cinco más importantes del mundo, tiene sus días, o mejor digamos años, contados. Sus pinturas, mantenidas durante miles de años gracias a un determinado grado de humedad y temperatura, no pueden soportar el aumento de esta última -1,5ºC- que provocan sus visitas, limitadas hoy a 375 personas diarias, cinco días a la semana, durante los seis meses en que permanece abierta al público. Poco a poco éstas se deberán ir restringiendo y la cueva acabará por cerrarse antes de que sus impresionantes y magníficas pinturas se pierdan definitivamente.

Ante esta situación, se hace necesario buscar alternativas adecuadas. La cogestión de la cueva por medio de fórmulas en las que se permita intervenir al Ayuntamiento -y sólo él-, no dejará de ser una alternativa a lo que no funciona actualmente, e incluso es posible que lleguen a mejorar algunos aspectos administrativos como la veta de entradas para que no se sucedan los problemas que se ocasionan todos los veranos, y acaso ecológicos -por ejemplo que las aguas del río San Miguel bajen limpias-, pero no van a solucionar los problemas de fondo que presenta, a menos que lo que se pretenda sea ampliar la temporada turística riosellana a costa de que la cueva se mantenga abierta a lo largo de todo el año con el perjuicio que esto le pueda ocasionar.

El macizo de Ardines es un lugar privilegiado, posee cuevas de un valor artístico y monumental fuera de lo común. Es preciso ganar ese espacio para el futuro en sus aspectos científicos, culturales y lúdicos, y para que no se destruya más de lo que ya ha sido destruido desde que en 1869 Robert Dodds descubriese la Cuevona. Respecto a ésta, en 1876 -fíjense en la fecha- el Ayuntamiento trató incluso de venderla a un particular que la quería explotar turísticamente al ser inacapaz de evitar que sus visitantes la destruyesen. Y es que durante generaciones, de sus cuevas se han extraído multitud de estalagmitas y estalactitas o se han utilizado como basureros para verter en ellas los deshechos de nuestra civilización. No sólo eso, en mayo de 1929, el semanario La Atalaya señalaba:»En el monte enclavado a orillas de la carretera de la Piconera, próximo al sitio en que se encuentra la famosa Cuevona, fue descubierta otra por varios jóvenes y, aunque de difícil acceso, lograron penetrar en el interior, en una de cuyas amplias bóvedas encontraron restos humanos petrificados por el transcurso del tiempo».

¿Qué cueva sería esta? ¿Quizás penetraron en la de Tito Bustillo y no lograron descubrir sus pinturas, sólo sus restos humanos? Siempre tendremos que lamentar el olvido y el poco aprecio hacia este macizo al que se ha maltratado hasta lo indecible.

La puesta en valor del macizo de Ardines vendrá fundamentalmente dado a través de la investigación científica y a ésa hay que cuidarla con mimo -lo que no se hace precisamente ahora- facilitando la labor de los equipos investigadores, dotándoles de medios adecuados para el desarrollo de su actividad, porque su trabajo es el pilar sobre el que se ha de sustentar el que Ribadesella sea reconocida como el lugar donde se encuentra uno de los santuarios del arte paleolítico más importantes del mundo.

En otro orden de cosas buena parte de lo que hoy guarda Tito Bustillo y otras cavernas falta aún por descubrir y sacarlo a la luz, pero el aula didáctica resulta raquítica; se hace necesaria su ampliación y que todo lo que se ha descubierto hasta la fecha y lo que aún falta por decubrir halle su acomodo y se puede exhibir en ella.

El macizo de Ardines requerirá un cuidado, una planificación y una inversión continuada en el tiempo. Por algo se ha empezado y no tenemos sino que felicitarnos por lo realizado hasta ahora en la Cuevona, aunque no cumpla todas las expectativas que sobre ella se habían creado. Cuando se descubra a través de los medios de comunicación los miles de millones que irán al prerománico ovetense, al museo del jurásico o a Altamira, se ponen claramente de manifiesto nuestras pequeñas posibilidades, aunque hoy, como ayer, también se vuelve a hablara de un «Museo del Hombre Prehistorico» y de construir un gran «Centro Cultural» en torno a Tito Bustillo, esta vez por la consejería de Cultura del Principado, quizás para hacernos olvidar el fiasco que supuso para Ribadesella la concesión del Museo del Jurásico a Colunga. Si desde altas instancias se quiere resarcir a Ribadesella que se haga con proyectos palpables, creibles y con conocimiento, porque nuevamente se vuelven a escuchar grandilocuentes palabras y magníficos proyectos, pero esos cantos de sirena ya se conocen por estos pagos desde hace muchos años.

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