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Patrimonio de la Humanidad , iniciativas de futuro, comercio

PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Desde hace décadas, la llegada del verano se viene asociando en Ribadesella con la época del año en que, tras el letargo invernal, el concejo se despereza y entra en estado de animación mundana y ebullición económica. Aunque este año soplaban aires de recesión económica y la llegada de las vacas flacas mantenía un cierto temor flotando en el ambiente, el verano llegó con un par de panes debajo del brazo; y no se trataba precisamente de dos panecillos, sino de dos hermosas hogazas.

El primero en llegar fue la confirmación por la Autoridad Portuaria de Asturias del proyecto para recuperar el faro riosellano y convertirlo en un espacio cultural, en el que se incluirá el Aula de El Cachucho; la primera Área Marina Protegida de la península. Un proyecto con el que se busca divulgar nuestro singular patrimonio submarino, en el que sin duda se incluirán, entre otras cosas, sus increíbles calamares gigantes de hasta 900 kg. de peso y 14 m. de longitud. Se pretende mostrar también la historia del propio faro, inaugurado en 1861, Y ofrecer un viaje por la rica historia naval del concejo y del puerto riosellano. Se trata sin duda de una iniciativa atractiva y llena de posibilidades, que viene a romper la larga atonía inversora de estos años en materia de infraestructura cultural en Ribadesella.

Por si esto fuera poco, un segundo pan llegaba en los primeros días del verano: el reconocimiento por la UNESCO del arte rupestre de Tito Bustillo, junto con otras tres cuevas de la comarca, como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Un reconocimiento que ha venido a coincidir con el cuarenta aniversario del descubrimiento de la cueva riosellana, y al que se uniría la colocación de la primera piedra de las obras del nuevo Museo, en los terrenos de la antigua cantera de Corcubión. Dos hechos de indudable trascendencia cultural y también con fuerte proyección turística.

Desde que allá por el año 1905 comenzaran a levantarse las primeras construcciones residenciales en Santa Marina, el turismo de baños de ola, familiar y tranquilo que tradicionalmente ha caracterizado al verano riosellano, representa un turismo de calidad que, año tras año (y en muchos casos, generación tras generación), confirma su fidelidad a Ribadesella y su probada admiración y respeto a nuestra naturaleza. Un turismo familiar que, lejos de la masificación que asola otros puntos del litoral, merece ser mimado por lo mucho que nos aporta y al que, entre otras cosas, debemos la preservación del excepcional conjunto de edificios que conforman nuestra primera línea de playa. Sin embargo, con ser todo esto altamente positivo, parece evidente que si aspiramos a sustentar una infraestructura de alojamiento y unos servicios turísticos de calidad, se requiere un cierto grado de actividad para el resto del año. Una necesidad de actividad, ante la que el turismo cultural y gastronómico se nos presenta como una opción perfectamente compatible con las características paisajísticas de nuestro concejo.

Con independencia de las dudas que puedan existir a la hora de fijar nuestro techo turístico, o sobre las expectativas más o menos limitadas que nos pueda ofrecer el turismo, pocos discuten que la apuesta decidida por el patrimonio cultural como herramienta de desarrollo económico, constituye una de las asignaturas pendientes de Ribadesella. Una asignatura en la que cabe pensar que Tito Bustillo y El Cachucho van a suponer un fuerte espaldarazo a los propósitos de desestacionalizar nuestra actividad turística.

Si exceptuamos la oferta cultural que puedan ofrecer ciudades como Oviedo o Gijón, a nadie se le oculta que con estas actuaciones, vamos a gozar de una oferta envidiable para un concejo de apenas 6.200 habitantes. Seguramente esta oferta todavía podría ser mejorable, pero pocas dudas caben de que va a situamos en el mapa; y va a situamos en la hoja de ruta del cada vez más transitado itinerario cultural cantábrico; itinerario cuyo hilo conductor ya hace muchos siglos que lo viene protagonizando el Camino de Santiago.

No hace falta decir que la repercusión mediática que supone convertirse en Patrimonio de la Humanidad, representa una gran oportunidad para relanzar no sólo nuestro concejo, sino toda una comarca como la de los Picos de Europa, con su increíble diversidad. Sería necesario, sin embargo, superar la política de tribalismo turístico, las rivalidades aldeanas y los planteamientos de confrontación que hemos padecido durante tantos años. Nuestra comarca no puede ser la envolvente de una suma de decisiones municipales, sin visión de conjunto. Si algo ha demostrado el proyecto de «paraíso rupestre» auspiciado por el Principado es que, en materia turístico-cultural, la acción conjunta debe primar frente a las acciones aisladas y descoordinadas.

Sería deseable en todo caso, que todas estas posibilidades que ahora parecen abrirse en nuestro horizonte, sirvan de acicate para los riosellanos y, sobre todo, sirvan como invitación a abandonar el discurso del lamento y el victimismo, y a aplicarse en aquello que realmente abre vías de futuro. Hay quien se pasa la vida reclamando la llegada de un proyecto fastuoso; que se supone va a tener efectos milagrosos, y va a resolver todos nuestros males. Sin embargo, lo que se necesita es generar riqueza; y para ello se requieren emprendedores capaces de convertir a Ribadesella en un producto con valor añadido y capaces de hacer de nuestro concejo un sinónimo de calidad.

La comarca de los Picos de Europa constituye un singular e inigualable parque natural y temático, con recursos que abarcan desde el Ordovícico al Jurásico, pasando por el arte rupestre, la Reconquista, el Camino de Santiago, los puertos balleneros, la aventura de los indianos o el singular protagonismo del salmón. En el caso concreto de Ribadesella, el objetivo a lograr con Tito Bustillo y el museo de El Cachucho no debería limitarse a tratar de batir récords de afluencia turística, sino posibilitar que nuestro rico patrimonio motive a los emprendedores, para que con sus propias iniciativas sean capaces de multiplicar y capitalizar la riqueza municipal a todo lo largo y ancho de nuestro concejo.

INICIATIVAS DE FUTURO

Aunque pueda parecer una obviedad el decirlo, RibadeselIa no puede cifrar su futuro en los grandes proyectos y en el poder casi milagroso que se atribuye a la obra pública. Sería iluso pensar que dos nuevos museos van a resolver por sí solos todos nuestros males y carencias; basta ir a Teverga o a Colunga para comprobarlo. Tal como ha sucedido con la impagable publicidad que han supuesto las visitas de los Príncipes, Tito Bustillo y El Cachucho nos van a proporcionar un buen empujón mediático, pero a partir de este empujón externo, el resto del trabajo corresponde a los riosellanos y a nuestros dirigentes, que deben encauzar y pilotar la labor transformadora y la modernización que nuestro sector turístico necesita. Aquí no sólo es cuestión de dinero, ni de construir un AVE que pase por Ribadesella o una autovía a Covadonga; también se necesita talento.

No debemos olvidar que todo lo importante cuesta esfuerzo; debemos huir de lo gratuito, aunque pueda ser bienvenido. Por supuesto, las recetas a aplicar no pasan por poner en marcha el buldózer y arrasar la Rula para luego plantarla en medio de la ría, a modo de palafito. Tampoco parece que pasen por invertir los escasos recursos disponibles en campos de hierba artificial. Hay que evitar «actuaciones-placebo», que no sirvan para abordar los problemas de fondo. Hemos estado demasiado tiempo sin agarrar el toro por los cuernos e instalados en el cortoplacismo. Durante años se destinaron ingentes recursos a engalanar la villa, y nos volcamos en obras de maquillaje y bisutería; obras sin duda muy necesarias dado el estado de abandono en que se encontraba, pero los problemas de fondo quedaron sin abordar, al tiempo que se alimentaban espejismos y falsas expectativas.

En Ribadesella no faltan oportunidades de negocio, pero es preciso sacudirse la esclerosis mental que agarrota nuestra iniciativa. Tenemos un campo de golf con un emplazamiento privilegiado, sin embargo, su falta de promoción lo hace pasar casi desapercibido. ¿Alguna agencia o touroperador oferta un fin de semana de golf y hotel en Ribadesella? ¿Es que el campo de golf no puede ser algo más que un club de amigos?

Con el Camino de Santiago, nos pasa algo parecido; los peregrinos pasan por nuestro concejo y prácticamente ni nos enteramos. ¿Porqué no se rentabiliza el Camino de Santiago?

¿Cómo es posible que aquí tengamos tantos locales vacíos en plena Gran Vía? ¿No podríamos convertimos en un auténtico bazar del arte rupestre, el queso y la gastronomía? ¿Porqué seguimos vendiendo souvenirs «made in China»?

No está mal que se prevean menús para celíacos, que se invente el «medio-menú» para bolsillos «desacelerados» u otras iniciativas similares, pero el turismo en Ribadesella puede, y debe, ser algo más que un asunto de fin de semana y dos meses de verano. Hay que ir a un turismo de calidad y sin condicionantes temporales. Es necesaria la definición de nuevos productos turísticos, y es necesario que los empresarios superen su visión localista, y se abran al exterior. En Cantabria el turismo extranjero ya supone el 18% del total, sin embargo, aquí todavía estamos a años luz de estas cifras, y la palabra «touroperador» aún nos suena a algo lejano; y ello a pesar de que son los auténticos canalizadores de la demanda turística.

No deberíamos olvidar, por último, que estas nuevas infraestructuras turístico-culturales que se nos anuncian para Tito Bustillo Y El Cachucho (por muy bienintencionadamente que se planteen), no están exentas de riesgos y efectos no deseados. Sería muy penoso que sólo sirvieran para convertir nuestro concejo en un simple lugar de paso, en el que los autocares de las excursiones paran, los pasajeros realizan una acelerada visita, y se van. Para un viaje así, no necesitaríamos estas alforjas.

COMERCIO

Tras haberse perdido por completo los tráficos portuarios de antaño, resulta patente que el sector del comercio se ha convertido en uno de los eslabones más débiles de la economía riosellana, un sector que lleva varias décadas en declive y sin que hasta el momento se vislumbre su salida del túnel. Al descenso generalizado que la crisis económica está provocando en el gasto de los turistas, viene a sumarse la tradicional falta de espíritu de negocio y la actitud de dejadez y apatía que se observa en no pocos establecimientos comerciales riosellanos. Un cóctel lo suficientemente elocuente como para explicar por sí mismo su pobre capacidad de atracción y su escaso gancho entre los potenciales clientes, especialmente si son turistas viajados.

No faltan, sin embargo, los contrastes y las actitudes positivas en este sector; y así algunos locales han roto con el inmovilismo y han sabido actualizarse a los nuevos tiempos. Negocios que son un ejemplo de dedicación y avidez comercial, o que muestran espectaculares despliegues de atractivos e innovadores productos; una oferta que, desde luego, no deja indiferente a ningún turista. Un tipo de iniciativas de las que Ribadesella no anda precisamente sobrada, y a las que no les vendría mal algún tipo de reconocimiento por parte de las autoridades del ramo; un reconocimiento que sirva más que nada como foco de referencia, y para alumbrar el camino a seguir entre las tinieblas que dominan el lánguido panorama del comercio riosellano.

En lo que al ramo de la hostelería se refiere, nos encontramos con un panorama no demasiado diferente. Abundan los locales con horarios relajados y los que mantienen sus persianas bajadas durante meses. Con todo, la hostelería presenta en su conjunto un cuadro clínico bastante mejor que el del comercio, y es de justicia destacar que ha tenido una notable renovación en los últimos años; no faltando ejemplos que brillan con luz propia por su calidad e innovación. Sin embargo, el camino que queda por recorrer todavía es enor
me, y no son pocos los establecimientos hosteleros en los que cualquier objetivo de calidad turística brilla por su ausencia, y en los que resulta notoria su falta de higiene y el ambiente antañón del local; y ello por no hablar de los que utilizan la humareda del tabaco para calefactar el local o del estado que presentan algunos w.c., donde las sensaciones son simplemente indescriptibles.

Podría decirse sin temor a equivocarse que, en lo que se refiere al comercio y a la hostelería local, cada vez está más claro que estamos ante una Ribadesella de dos velocidades: aquella que se muestra incapaz de renovarse y se aferra a sus vetustos negocios, y aquella otra que se renueva, busca la calidad y no teme a la competencia. El primer grupo permanece anclado en el inmovilismo, y ante cualquier propuesta de dinamización o innovación, llámese mercadillo artesanal, certamen del queso, folixa riosellana de la sidra o cualquier otra, enseguida se tira al monte y clama exigiendo restricciones y medidas proteccionistas; como si se pudiese poner una portilla en Lloviu y cercar nuestra villa a modo de coto privado de caza.

No faltan los comercios que desarrollan su actividad con gran dignidad y sacrificio pero, se quiera reconocer o no, todo apunta a que una parte considerable del comercio local de Ribadesella está abocada a una profunda renovación. Y si este cambio no se acomete desde el propio sector, por su propia incapacidad, seguramente sucederá una de estas dos cosas: o bien estaremos ante la crónica de una criba anunciada o, en el mejor de los casos, lo más probable es que la renovación acabará imponiéndose por emprendedores venidos de otros concejos. En cualquier caso, lo que es triste y no tiene ninguna lógica comercial en una localidad que se dice turística, es la gran cantidad de locales que permanecen sin actividad en plena Gran Vía, o los numerosos locales dedicados a almacenes o cocheras en pleno Muelle. Quizás las rentas asfixiantes (de hasta 3.000 euros al mes) que exigen algunos propietarios tengan mucho que ver en ello.

Cabría apuntar por otra parte, que el veraneo familiar y tranquilo por el que se ha caracterizado Ribadesella desde hace más de un siglo, no debería ser sinónimo de aburrimiento y anorexia comercial. Para un ayuntamiento con la hucha vacía como el riosellano, resulta notable y hasta ruinoso el esfuerzo económico que viene realizando año tras año para mantener actividades de animación y entretenimiento. Sin embargo, salta a la vista que esto no es suficiente por sí mismo. Ribadesella necesita un comercio de alcance comarcal, con iniciativa, dinámico y vigoroso; que evite la sensación de pueblo desolado y sin alicientes que ofrece durante muchos meses al año y casi todos los fines de semana. Para ello, lo primero que hay que tener claro es que ser emprendedor significa, entre otras cosas, grandes dosis de entusiasmo e ideas innovadoras; pero también enfrentarse a la cruda realidad de un mercado que se muestra muchas veces esquivo y como un juez inapelable.

No hace falta decir, que contar con un comercio atractivo supondría en sí mismo un indudable reclamo para la captación de turistas y visitantes; sin embargo, con precios abrasivos, parapetados en la apatía, carentes de iniciativa, y anulando cualquier tipo de competencia, ni siquiera ocasional, poco más que tedio seremos capaces de ofrecer al turista.

No tiene ningún sentido tratar de imponernos una especie de «ley del embudo» comercial. El comercio riosellano no puede permitirse el lujo de encerrarse en sí mismo ni dejarse arrastrar por quienes dedican más tiempo al ocio que al negocio. Resistiéndose a abrir sábados por la tarde y domingos, con horarios relajados, con cafeterías que no han sido renovadas desde hace más de medio siglo o con una oferta anémica; mal puede vender el que no estimula la compra o el que ni siquiera da oportunidad de comprar. Basta ir a Cangas de Onís para comprobarlo o basta asistir a los múltiples mercadillos y certámenes de todo tipo que se celebran por todo lo largo y ancho de nuestra geografía comarcal.

Con visiones miopes y sin espíritu comercial, de poco nos va a servir nuestro paisaje, si no sabemos sacarle ningún otro rendimiento que no sea enladrillarlo. Tenemos unos productos artesanales y unos recursos naturales increíbles, pero en Ribadesella somos incapaces de comercializarlos, y quienes lo hacen, parece que siempre son aquellos que han osado venir de fuera e instalarse en la villa, y a los que, por supuesto, nunca se les reconoce tal mérito. Porque, no hay que olvidarlo, hoy en día, para el turista el comercio es, ante todo, una actividad lúdica y de entretenimiento ¿Cuántos turistas van en invierno a un pueblo con su comercio cerrado y sin alternativas de ocio?

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