Guía, la fiesta marinera
Publicado el 23 mayo, 2007 / Yolanda Cerra Bada
En la cima del monte Corveru se alza la ermita de la Virgen de Guía. Un lugar, hoy, para disfrutar de la extraordinaria belleza del entorno; un lugar, ayer, tanto para vigilar y defender la costa como para servir de faro o guía a los marineros.
La ermita tendrá unos cuatrocientos años. Construida hacia 1600 y reedificada en varias ocasiones, es citada en un documento en 1645. Por parecidas fechas se levantan otras ermitas y capillas, producto, por una parte, del aumento de la religiosidad tras las guerras y pestes medievales, y, por otra, de la reacción contrarreformista, nucleada en torno al Concilio de Trento, a la revuelta protestante que, con sus críticas hacia la excesiva tendencia a la exteriorización ritual, el tráfico de reliquias falsas, el culto a la Virgen María y a los santos, etc., potenciará precisamente el incremento de culto y rituales, así como a la construcción de edificios sagrados.
De las cinco ermitas con que contaba la villa y sus inmediaciones a inicios del siglo XIX, según documento que figura en los inéditos Papeles de Martínez Marina - una descripción del concejo, hecha por el Arcipreste de su partido en 1802-, tres están dedicadas a la Virgen, bajo las advocaciones de las Angustias, en la casa de los Hevias, del Carmen, en El Portiellu y de Guía, en el monte Corveru. Las otras dos son San Antonio en Valpiñuelo y Santa Marina en el arenal del mismo nombre.
La de Guía, como indica con claridad su nombre, serviría como faro a los navegantes, dada su ubicación en lugar alto bien visible, lugar desde donde vislumbrar el alto mar y parte del alfoz riosellano a la vez que la referencia clave para entrar orientadamente por la bocana del puerto. La misma advocación de Guía tenemos en LIanes, en ermita fundada en 1516, y en la desaparecida capilla de Somió (Gijón), en trance de recuperación en la actualidad, aunque hay otras parecidas, relacionadas con el mismo sector profesional, como Ntra. Sra. de la Barca, en Navia o Ntra. Sra. de la Atalaya, en Puerto de Vega.
La imagen es una talla de madera moderna, sustituta e imitación de la antigua, quemada en momentos de reacción iconoclasta de la Guerra Civil. La representación iconográfica de la Virgen resalta su vinculación con un sector social de la mayor importancia en la villa de Ribadesella, antiguo puerto pesquero. El icono lleva dos atributos relacionados con la vocación marinera de la villa de referencia: un ancla, sobre la que apoya su brazo derecho y un pequeño barco sostenido en su mano izquierda.
Ciertos iconos religiosos traspasan la categoría de iconos para llegar a convertirse en símbolos de identidad locales. Son patronos y como tales ratifican su relación privilegiada con la localidad o con un sector de la misma, a través de actos festivos y de relatos de origen que sirven para enraizarlos en el territorio.
La leyenda cuenta que en cierta ocasión unos marineros vieron una lancha navegando por la mar sin patrón que la condujera y, cuando fueron a ver el prodigio, una luz extraña mostró a la propia Virgen de Guía conduciendo la embarcación a puerto. El relato no hace sino subrayar el papel que juega la patrona con respecto a sus súbditos: ella es la protectora de los peligros de la mar. Otra versión de la leyenda de fundación dice que la imagen fue encontrada en la mar por un marinero que no le dio importancia al hecho y la guardó en una cabaña. Pero cierta noche tormentosa un barco tenía dificultades para entrar por la bocana del puerto, pues la oscuridad se lo impedía. Entonces, de aquella cabaña salió un resplandor que, iluminando el puerto, permitió la feliz arribada. Desde entonces, se llama Virgen de Guía porque es quien muestra el camino y ayuda a los marineros en su regreso a casa.
A través de los relatos de tradición oral se subraya simbólicamente la relación privilegiada con la marinería de Ribadesella, villa tradicionalmente ligada a ese sector productivo. En efecto, ya desde su fundación hacia 1270, la actividad marinera se revela como la más significativa de la puebla de Ribadesella, que se asienta sobre el primitivo núcleo de pescadores: Portus. Mientras los habitantes del alfoz se dedicaban a la actividad agrícola y ganadera, en la Edad Media los riosellanos y sus vecinos cántabros y vascos realizaban gran cantidad de capturas marítimas. Tanta era la actividad que, según consta documentalmente, a finales del siglo XV hubo de ser regulado el ejercicio de la pesca con el objeto de evitar el esquilmado de los caladeros. Más adelante, los Reyes Católicos, con su política en favor de la construcción naval, provocarán un decisivo desarrollo de la pesca de altura; la captura de la ballena será una actividad básica hasta que a mediados del XVII comience a escasear. Los últimos siglos medievales y el inicio de la Modernidad se revelan como la época de mayor actividad marinera. Sin embargo, a partir del siglo XVII la pesca y la navegación mercantil entran en una irremisible etapa de decadencia que se remonta en parte a principios del XIX en que se mejoran las condiciones portuarias.
Las paredes del interior de la ermita de Guía se hallan profusa y abigarradamente decoradas con una veintena de reproducciones de barcos. Son los exvotos u ofrendas que se depositan como agradecimiento por los favores recibidos. También sendas reproducciones de la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, y de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de la isla de Cuba, muestran cómo desde el sector marinero la devoción se extiende, más allá de la faena profesional cotidiana, hacia el de la emigración a América, en coherencia con el significado de la advocación mariana de proteger a los que surcan los mares.
No solo a través de los relatos, también, constantemente, en la festividad de la Virgen de Guía se insiste en ratificar la relación del icono religioso con el gremio de la mar. Hay numerosos aspectos de la fiesta, que se celebra el primer domingo de julio, que recalcan esa relación. En la novena y en el día grande se canta varias veces una canción donde se relacionan las categorías antagónicas de Virgen y Madre, se subraya la especialización como patrona de los pescadores, la noción de salvadora, por ser «faro» y «guía» real y simbólico, así como el dominio de la naturaleza, mar y río personificados y devotos.
Eres Madre de nuestros amores,
eres faro de nuestra esperanza,
la Patrona de los pescadores,
Virgen, guía y salud de las almas.
A tus plantas el Sella se acerca
musitando una tierna plegaria
y se postran los mares altivos
ante trono de Madre tan Santa.
La novena, que se reza en la ermita tras el rosario y la misa, tiene por objeto honrar a la Virgen, prepararse para la celebración del día grande y realizar una petición individual de gracia. Los ocho primeros días la asistencia gira en torno a un centenar de personas, siendo la inmensa mayoría mujeres mayores. El último día el número de asistentes se cuatriplica. La capilla es muy pequeña, de modo que los fieles ocupan el campo de la capilla desde la que se contempla la magnífica vista de la desembocadura del río Sella con las montañas muy cerca del mar. Es el momento de sacar a la Virgen de su morada cotidiana y lIevarla a «dormir» al templo parroquial.
La festividad ha comenzado la mañana de vísperas, con el juego de la cucaña en el puerto. La cucaña es en un tronco de madera embadurnado con grasa y suspendido horizontalmente en la ría por el que se ha de caminar para intentar coger una bolsa ceñida a su extremo que contiene un premio. Los concursantes son jóvenes que intentan repetidamente coger el premio antes de caer al agua. Se trata de un viejo juego, marginal a la festividad, que permite a los jóvenes varones demostrar y exhibir destreza y habilidad. Por la tarde, se celebra la final de un torneo de fútbol sala del Instituto Social de la Marina. Ambos juegos son masculinos y relacionados, aunque el último de forma nominal, con la mar y el puerto.
En los actos religiosos de traslado de la imagen a la iglesia parroquial de Ribadesella, los hombres jóvenes, con un atuendo que quiere ser marinero, portan las andas de la imagen, a la que se acercan varias mujeres con intención de tocarla. Este hecho y otros del mismo cariz proceden de la humanización a la que son sometidos los iconos religiosos que han pasado a constituirse como símbolos de determinada identidad (sea este del tipo que sea: local, profesional, etc.). Por tanto, fotografiarse con la imagen, tocarla, saludarla con respeto, vestirla con recato, ponerla guapa, hablarle con familiaridad, regalarle flores, lIevarla a dormir a la iglesia parroquial, pedirle ayuda, reprenderla si no ha concedido un favor, agradecerle el que lo haya hecho mediante un regalo o exvoto son acciones que muestran cómo la relación entre el devoto y la imagen que se ha convertido en símbolo es una relación inmediata y personal, basada en el amor, en la ayuda mutua, en el mantenimiento y refuerzo del vínculo, tal como se haría con un pariente o alguien muy cercano. El icono religioso, entonces, se convierte en símbolo, se humaniza y se individualiza; ya no es la Virgen en general, sino aquella concreta e insustituible, cercana y ligada con poderosas ataduras a su pueblo.
La procesión discurre por el camino que, desde el monte Corveru, lleva hasta la zona de la Atalaya. Al llegar a la plaza donde se celebrara el Mercáu del Ganáu, se suma a la procesión mucha más gente que esperaba la llegada de la misma en la plaza y en las calles adyacentes. La comitiva tuerce hasta el muelle y se para delante de la rula; en ese lugar, colocada la imagen de forma que mira a la ría, se le canta de nuevo la canción de la novena cuya letra insiste en que es la Patrona de los marineros. Luego, la comitiva se dirige a la iglesia parroquial donde se guardará la imagen. Finalizan así los actos religiosos de la víspera que darán paso a la verbena; es el momento de la diversión hasta altas horas de la madrugada.
El día grande comienza con el traslado de la imagen hasta el lugar donde se oficiará misa de campaña cantada: una carpa instalada detrás de la rula. Los lugares por donde pasa la procesión y donde se realizan los actos religiosos no son inocentes: subrayan simbólica e insistentemente la relación de la Virgen de Guía con el sector profesional de pescadores y marineros. Las personas que están más cerca de la imagen con atuendo ritual tampoco lo son y también realizan el mismo subrayado. Son los cuatro jóvenes que portan las andas y una decena de mujeres, en su mayoría chicas jóvenes, que realizan diversas ofrendas en la misa y acompañan a la Virgen en su recorrido procesional; van ataviadas «de marineras», con camisa blanca, falda azul marino, faldón blanco de puntilla y pañuelo azul claro al cuello.
El momento cumbre del día grande es la vistosa procesión marítima. Acabada la misa, se embarca a la imagen de la Virgen en una de las lanchas, tras cantar de nuevo la canción de la novena. La acompañan a bordo las «marineras», los jóvenes «marineros» que portan las andas, el sacerdote, pero también alcalde y concejales, el presidente de la Cofradía de Pescadores, autoridades de la Marina, es decir, los máximos representantes de las instituciones políticas y profesionales. Durante el trayecto, acompañada la lancha principal por una docena de embarcaciones de diverso tamaño, suena la sirena de la rula y se lanzan voladores. El párroco lleva en las manos unas flores que tirará al agua como homenaje a los fallecidos en la mar. El recuerdo a la comunidad de los muertos que forma parte simbólica de la comunidad de vivos y el paseo marítimo anual de la imagen por el espacio de la desembocadura del Sella pone de manifiesto el peligro, el mal que hay que dominar. La imagen se lleva hasta el lugar de frontera, un lugar natural -no social-, un lugar peligroso. Las personas solas no pueden nada contra el peligro emanado de esos lugares liminales, por lo que se ven obligadas a solicitar ayuda de los seres sobrenaturales. Solo el ritual puede conjurar el mal. El paseo marítimo viene a ser un ritual de protección simbólica de los peligros potenciales de las aguas.
Tras el desembarco, delante de la Rula, se le canta la salve marinera y de nuevo la canción de la novena. La procesión de regreso discurre por la calle del muelle, en dirección al camino privado de la urbanización del monte Corveru cuyos propietarios, en ocasiones, tienen la deferencia de abrir al público con motivo de la festividad. Un poco antes de llegar a la ermita dan la vuelta a la imagen para colocarla unos instantes mirando a la villa, a modo de despedida. Mientras tanto, abajo, en el muelle, la orquesta ya ha empezado la sesión vermut.
Las actividades vespertinas comienzan celebrando el Día del Socio, con la entrega del bollu preñáu y el vino a aquellos que han colaborado económicamente en los gastos de la fiesta. Por la noche se celebra la segunda verbena. El lunes, fecha laborable, continúan las fiestas con actos dedicados a niños y jubilados, grupos no productivos.
Con cierta regularidad, la procesión religiosa es acompañada por la danza de arcos. Originariamente es una danza procesional que organizaban los mareantes de Ribadesella el día de la Virgen del Rosario, celebrado el primer domingo de octubre. Por esas fechas ya habían regresado de la costera de altura y celebraban esta fiesta que hoy ha desaparecido del calendario festivo riosellano siendo sustituida por la de Guía. La danza está documentada en 1846 y probablemente su antigüedad se remonte al siglo XIX, quizás compuesta sobre el modelo de la danza de espadas, de referencias jovellanistas. Es una danza masculina que interpretaban los marineros ataviados con camisa y pantalón largo blancos, faja roja ceñida a la cintura, turbante rojo sobre la frente y alpargatas blancas con cintas rojas; portaban una vara de avellano en forma semicircular revestida con cintas de los colores citados. Después de la Guerra Civil el color rojo, evocador del bando de la República, fue sustituido por el azul. Organizados en dos filas, los danzantes, al ritmo monótono de un tambor, evolucionan haciendo varias figuras, como genuflexiones ante la Virgen, un túnel y una bóveda con los arcos. La danza se halla durante la segunda mitad del siglo XX en un proceso de transformación, con periodos de decadencia y recuperación. Ha dejado de ser gremial y masculina; ahora son niños y niñas quienes han pasado a ocupar el lugar que antaño ocuparan los marineros. Recientemente, se ha promovido desde el Colegio Público Manuel Fernández Juncos, de RibadeselIa, donde la han integrado en su proyecto curricular, iniciando de nuevo una labor de recuperación y salvaguarda del patrimonio.
A través de esta fiesta la villa de Ribadesella está afirmando sin cesar su condición marinera. La patrona de la iglesia parroquial es Santa María Magdalena, pero se trata de un patronazgo únicamente nominal. En la iglesia antigua, una imagen de María Magdalena, destruida en 1936, presidía el templo desde el altar mayor. El párroco actual, don Eugenio Campandegui, trata de recuperar desde el año 1997 la fiesta de Santa María Magdalena. El futuro dirá qué repercusión tendrá dicha recuperación. En realidad, la verdadera patrona parece ser Nuestra Señora de Guía, patrona de los marineros que solicitan su bendición al salir a faenar y agradecen la protección a su llegada. La Virgen actúa, pues, como faro real y simbólico que señala el buen camino para la arribada a puerto en una población como Ribadesella en que la mar tuvo durante pasados siglos enorme importancia como sector productivo.
Sin embargo, la villa de Ribadesella no depende económicamente de la pesca, por más que haya un sector nada desdeñable de marineros bien reconocibles en la festividad. Ya no es hoy una villa marinera sino que orienta su economía hacia el sector terciario. A principios del siglo XX fue un importante destino de veraneo del norte de España, sobre todo desde el impulso definitivo que dará la marquesa de Argüelles con la urbanización del Arenal de Santa Marina. Si ese primer veraneo atrajo a la aristocracia, la alta burguesía y a los indianos enriquecidos, en la actualidad, después de la generalización del turismo, este será el factor económico esencial de la villa, capital de un concejo que ha sido declarado Municipio de Excelencia Turística.
Hoy, en esta Ribadesella que se ha transformado profundamente, la festividad de Guía establece una constante articulación entre el ayer y el hoy, entre la memoria de un pasado específica y mayoritariamente marinero y la realidad de un presente turístico. Las fiestas afirman o niegan la estructura social, subrayan realidades o las ocultan simbólicamente. En Guía hay una afirmación insistente, a través de canciones, rituales, narrativas, juegos, atuendos o espacios de una identidad pescadora y marinera hoy minoritaria, pero que vincula a la comunidad con el pasado y la une en el presente.
En la cima del monte Corveru se alza la ermita de la Virgen de Guía. Un lugar, hoy, para disfrutar de la extraordinaria belleza del entorno; un lugar, ayer, tanto para vigilar y defender la costa como para servir de faro o guía a los marineros.
La ermita tendrá unos cuatrocientos años. Construida hacia 1600 y reedificada en varias ocasiones, es citada en un documento en 1645. Por parecidas fechas se levantan otras ermitas y capillas, producto, por una parte, del aumento de la religiosidad tras las guerras y pestes medievales, y, por otra, de la reacción contrarreformista, nucleada en torno al Concilio de Trento, a la revuelta protestante que, con sus críticas hacia la excesiva tendencia a la exteriorización ritual, el tráfico de reliquias falsas, el culto a la Virgen María y a los santos, etc., potenciará precisamente el incremento de culto y rituales, así como a la construcción de edificios sagrados.
De las cinco ermitas con que contaba la villa y sus inmediaciones a inicios del siglo XIX, según documento que figura en los inéditos Papeles de Martínez Marina - una descripción del concejo, hecha por el Arcipreste de su partido en 1802-, tres están dedicadas a la Virgen, bajo las advocaciones de las Angustias, en la casa de los Hevias, del Carmen, en El Portiellu y de Guía, en el monte Corveru. Las otras dos son San Antonio en Valpiñuelo y Santa Marina en el arenal del mismo nombre.
La de Guía, como indica con claridad su nombre, serviría como faro a los navegantes, dada su ubicación en lugar alto bien visible, lugar desde donde vislumbrar el alto mar y parte del alfoz riosellano a la vez que la referencia clave para entrar orientadamente por la bocana del puerto. La misma advocación de Guía tenemos en LIanes, en ermita fundada en 1516, y en la desaparecida capilla de Somió (Gijón), en trance de recuperación en la actualidad, aunque hay otras parecidas, relacionadas con el mismo sector profesional, como Ntra. Sra. de la Barca, en Navia o Ntra. Sra. de la Atalaya, en Puerto de Vega.
La imagen es una talla de madera moderna, sustituta e imitación de la antigua, quemada en momentos de reacción iconoclasta de la Guerra Civil. La representación iconográfica de la Virgen resalta su vinculación con un sector social de la mayor importancia en la villa de Ribadesella, antiguo puerto pesquero. El icono lleva dos atributos relacionados con la vocación marinera de la villa de referencia: un ancla, sobre la que apoya su brazo derecho y un pequeño barco sostenido en su mano izquierda.
Ciertos iconos religiosos traspasan la categoría de iconos para llegar a convertirse en símbolos de identidad locales. Son patronos y como tales ratifican su relación privilegiada con la localidad o con un sector de la misma, a través de actos festivos y de relatos de origen que sirven para enraizarlos en el territorio.
La leyenda cuenta que en cierta ocasión unos marineros vieron una lancha navegando por la mar sin patrón que la condujera y, cuando fueron a ver el prodigio, una luz extraña mostró a la propia Virgen de Guía conduciendo la embarcación a puerto. El relato no hace sino subrayar el papel que juega la patrona con respecto a sus súbditos: ella es la protectora de los peligros de la mar. Otra versión de la leyenda de fundación dice que la imagen fue encontrada en la mar por un marinero que no le dio importancia al hecho y la guardó en una cabaña. Pero cierta noche tormentosa un barco tenía dificultades para entrar por la bocana del puerto, pues la oscuridad se lo impedía. Entonces, de aquella cabaña salió un resplandor que, iluminando el puerto, permitió la feliz arribada. Desde entonces, se llama Virgen de Guía porque es quien muestra el camino y ayuda a los marineros en su regreso a casa.
A través de los relatos de tradición oral se subraya simbólicamente la relación privilegiada con la marinería de Ribadesella, villa tradicionalmente ligada a ese sector productivo. En efecto, ya desde su fundación hacia 1270, la actividad marinera se revela como la más significativa de la puebla de Ribadesella, que se asienta sobre el primitivo núcleo de pescadores: Portus. Mientras los habitantes del alfoz se dedicaban a la actividad agrícola y ganadera, en la Edad Media los riosellanos y sus vecinos cántabros y vascos realizaban gran cantidad de capturas marítimas. Tanta era la actividad que, según consta documentalmente, a finales del siglo XV hubo de ser regulado el ejercicio de la pesca con el objeto de evitar el esquilmado de los caladeros. Más adelante, los Reyes Católicos, con su política en favor de la construcción naval, provocarán un decisivo desarrollo de la pesca de altura; la captura de la ballena será una actividad básica hasta que a mediados del XVII comience a escasear. Los últimos siglos medievales y el inicio de la Modernidad se revelan como la época de mayor actividad marinera. Sin embargo, a partir del siglo XVII la pesca y la navegación mercantil entran en una irremisible etapa de decadencia que se remonta en parte a principios del XIX en que se mejoran las condiciones portuarias.
Las paredes del interior de la ermita de Guía se hallan profusa y abigarradamente decoradas con una veintena de reproducciones de barcos. Son los exvotos u ofrendas que se depositan como agradecimiento por los favores recibidos. También sendas reproducciones de la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, y de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de la isla de Cuba, muestran cómo desde el sector marinero la devoción se extiende, más allá de la faena profesional cotidiana, hacia el de la emigración a América, en coherencia con el significado de la advocación mariana de proteger a los que surcan los mares.
No solo a través de los relatos, también, constantemente, en la festividad de la Virgen de Guía se insiste en ratificar la relación del icono religioso con el gremio de la mar. Hay numerosos aspectos de la fiesta, que se celebra el primer domingo de julio, que recalcan esa relación. En la novena y en el día grande se canta varias veces una canción donde se relacionan las categorías antagónicas de Virgen y Madre, se subraya la especialización como patrona de los pescadores, la noción de salvadora, por ser «faro» y «guía» real y simbólico, así como el dominio de la naturaleza, mar y río personificados y devotos.
Eres Madre de nuestros amores,
eres faro de nuestra esperanza,
la Patrona de los pescadores,
Virgen, guía y salud de las almas.
A tus plantas el Sella se acerca
musitando una tierna plegaria
y se postran los mares altivos
ante trono de Madre tan Santa.
La novena, que se reza en la ermita tras el rosario y la misa, tiene por objeto honrar a la Virgen, prepararse para la celebración del día grande y realizar una petición individual de gracia. Los ocho primeros días la asistencia gira en torno a un centenar de personas, siendo la inmensa mayoría mujeres mayores. El último día el número de asistentes se cuatriplica. La capilla es muy pequeña, de modo que los fieles ocupan el campo de la capilla desde la que se contempla la magnífica vista de la desembocadura del río Sella con las montañas muy cerca del mar. Es el momento de sacar a la Virgen de su morada cotidiana y lIevarla a «dormir» al templo parroquial.
La festividad ha comenzado la mañana de vísperas, con el juego de la cucaña en el puerto. La cucaña es en un tronco de madera embadurnado con grasa y suspendido horizontalmente en la ría por el que se ha de caminar para intentar coger una bolsa ceñida a su extremo que contiene un premio. Los concursantes son jóvenes que intentan repetidamente coger el premio antes de caer al agua. Se trata de un viejo juego, marginal a la festividad, que permite a los jóvenes varones demostrar y exhibir destreza y habilidad. Por la tarde, se celebra la final de un torneo de fútbol sala del Instituto Social de la Marina. Ambos juegos son masculinos y relacionados, aunque el último de forma nominal, con la mar y el puerto.
En los actos religiosos de traslado de la imagen a la iglesia parroquial de Ribadesella, los hombres jóvenes, con un atuendo que quiere ser marinero, portan las andas de la imagen, a la que se acercan varias mujeres con intención de tocarla. Este hecho y otros del mismo cariz proceden de la humanización a la que son sometidos los iconos religiosos que han pasado a constituirse como símbolos de determinada identidad (sea este del tipo que sea: local, profesional, etc.). Por tanto, fotografiarse con la imagen, tocarla, saludarla con respeto, vestirla con recato, ponerla guapa, hablarle con familiaridad, regalarle flores, lIevarla a dormir a la iglesia parroquial, pedirle ayuda, reprenderla si no ha concedido un favor, agradecerle el que lo haya hecho mediante un regalo o exvoto son acciones que muestran cómo la relación entre el devoto y la imagen que se ha convertido en símbolo es una relación inmediata y personal, basada en el amor, en la ayuda mutua, en el mantenimiento y refuerzo del vínculo, tal como se haría con un pariente o alguien muy cercano. El icono religioso, entonces, se convierte en símbolo, se humaniza y se individualiza; ya no es la Virgen en general, sino aquella concreta e insustituible, cercana y ligada con poderosas ataduras a su pueblo.
La procesión discurre por el camino que, desde el monte Corveru, lleva hasta la zona de la Atalaya. Al llegar a la plaza donde se celebrara el Mercáu del Ganáu, se suma a la procesión mucha más gente que esperaba la llegada de la misma en la plaza y en las calles adyacentes. La comitiva tuerce hasta el muelle y se para delante de la rula; en ese lugar, colocada la imagen de forma que mira a la ría, se le canta de nuevo la canción de la novena cuya letra insiste en que es la Patrona de los marineros. Luego, la comitiva se dirige a la iglesia parroquial donde se guardará la imagen. Finalizan así los actos religiosos de la víspera que darán paso a la verbena; es el momento de la diversión hasta altas horas de la madrugada.
El día grande comienza con el traslado de la imagen hasta el lugar donde se oficiará misa de campaña cantada: una carpa instalada detrás de la rula. Los lugares por donde pasa la procesión y donde se realizan los actos religiosos no son inocentes: subrayan simbólica e insistentemente la relación de la Virgen de Guía con el sector profesional de pescadores y marineros. Las personas que están más cerca de la imagen con atuendo ritual tampoco lo son y también realizan el mismo subrayado. Son los cuatro jóvenes que portan las andas y una decena de mujeres, en su mayoría chicas jóvenes, que realizan diversas ofrendas en la misa y acompañan a la Virgen en su recorrido procesional; van ataviadas «de marineras», con camisa blanca, falda azul marino, faldón blanco de puntilla y pañuelo azul claro al cuello.
El momento cumbre del día grande es la vistosa procesión marítima. Acabada la misa, se embarca a la imagen de la Virgen en una de las lanchas, tras cantar de nuevo la canción de la novena. La acompañan a bordo las «marineras», los jóvenes «marineros» que portan las andas, el sacerdote, pero también alcalde y concejales, el presidente de la Cofradía de Pescadores, autoridades de la Marina, es decir, los máximos representantes de las instituciones políticas y profesionales. Durante el trayecto, acompañada la lancha principal por una docena de embarcaciones de diverso tamaño, suena la sirena de la rula y se lanzan voladores. El párroco lleva en las manos unas flores que tirará al agua como homenaje a los fallecidos en la mar. El recuerdo a la comunidad de los muertos que forma parte simbólica de la comunidad de vivos y el paseo marítimo anual de la imagen por el espacio de la desembocadura del Sella pone de manifiesto el peligro, el mal que hay que dominar. La imagen se lleva hasta el lugar de frontera, un lugar natural -no social-, un lugar peligroso. Las personas solas no pueden nada contra el peligro emanado de esos lugares liminales, por lo que se ven obligadas a solicitar ayuda de los seres sobrenaturales. Solo el ritual puede conjurar el mal. El paseo marítimo viene a ser un ritual de protección simbólica de los peligros potenciales de las aguas.
Tras el desembarco, delante de la Rula, se le canta la salve marinera y de nuevo la canción de la novena. La procesión de regreso discurre por la calle del muelle, en dirección al camino privado de la urbanización del monte Corveru cuyos propietarios, en ocasiones, tienen la deferencia de abrir al público con motivo de la festividad. Un poco antes de llegar a la ermita dan la vuelta a la imagen para colocarla unos instantes mirando a la villa, a modo de despedida. Mientras tanto, abajo, en el muelle, la orquesta ya ha empezado la sesión vermut.
Las actividades vespertinas comienzan celebrando el Día del Socio, con la entrega del bollu preñáu y el vino a aquellos que han colaborado económicamente en los gastos de la fiesta. Por la noche se celebra la segunda verbena. El lunes, fecha laborable, continúan las fiestas con actos dedicados a niños y jubilados, grupos no productivos.
Con cierta regularidad, la procesión religiosa es acompañada por la danza de arcos. Originariamente es una danza procesional que organizaban los mareantes de Ribadesella el día de la Virgen del Rosario, celebrado el primer domingo de octubre. Por esas fechas ya habían regresado de la costera de altura y celebraban esta fiesta que hoy ha desaparecido del calendario festivo riosellano siendo sustituida por la de Guía. La danza está documentada en 1846 y probablemente su antigüedad se remonte al siglo XIX, quizás compuesta sobre el modelo de la danza de espadas, de referencias jovellanistas. Es una danza masculina que interpretaban los marineros ataviados con camisa y pantalón largo blancos, faja roja ceñida a la cintura, turbante rojo sobre la frente y alpargatas blancas con cintas rojas; portaban una vara de avellano en forma semicircular revestida con cintas de los colores citados. Después de la Guerra Civil el color rojo, evocador del bando de la República, fue sustituido por el azul. Organizados en dos filas, los danzantes, al ritmo monótono de un tambor, evolucionan haciendo varias figuras, como genuflexiones ante la Virgen, un túnel y una bóveda con los arcos. La danza se halla durante la segunda mitad del siglo XX en un proceso de transformación, con periodos de decadencia y recuperación. Ha dejado de ser gremial y masculina; ahora son niños y niñas quienes han pasado a ocupar el lugar que antaño ocuparan los marineros. Recientemente, se ha promovido desde el Colegio Público Manuel Fernández Juncos, de RibadeselIa, donde la han integrado en su proyecto curricular, iniciando de nuevo una labor de recuperación y salvaguarda del patrimonio.
A través de esta fiesta la villa de Ribadesella está afirmando sin cesar su condición marinera. La patrona de la iglesia parroquial es Santa María Magdalena, pero se trata de un patronazgo únicamente nominal. En la iglesia antigua, una imagen de María Magdalena, destruida en 1936, presidía el templo desde el altar mayor. El párroco actual, don Eugenio Campandegui, trata de recuperar desde el año 1997 la fiesta de Santa María Magdalena. El futuro dirá qué repercusión tendrá dicha recuperación. En realidad, la verdadera patrona parece ser Nuestra Señora de Guía, patrona de los marineros que solicitan su bendición al salir a faenar y agradecen la protección a su llegada. La Virgen actúa, pues, como faro real y simbólico que señala el buen camino para la arribada a puerto en una población como Ribadesella en que la mar tuvo durante pasados siglos enorme importancia como sector productivo.
Sin embargo, la villa de Ribadesella no depende económicamente de la pesca, por más que haya un sector nada desdeñable de marineros bien reconocibles en la festividad. Ya no es hoy una villa marinera sino que orienta su economía hacia el sector terciario. A principios del siglo XX fue un importante destino de veraneo del norte de España, sobre todo desde el impulso definitivo que dará la marquesa de Argüelles con la urbanización del Arenal de Santa Marina. Si ese primer veraneo atrajo a la aristocracia, la alta burguesía y a los indianos enriquecidos, en la actualidad, después de la generalización del turismo, este será el factor económico esencial de la villa, capital de un concejo que ha sido declarado Municipio de Excelencia Turística.
Hoy, en esta Ribadesella que se ha transformado profundamente, la festividad de Guía establece una constante articulación entre el ayer y el hoy, entre la memoria de un pasado específica y mayoritariamente marinero y la realidad de un presente turístico. Las fiestas afirman o niegan la estructura social, subrayan realidades o las ocultan simbólicamente. En Guía hay una afirmación insistente, a través de canciones, rituales, narrativas, juegos, atuendos o espacios de una identidad pescadora y marinera hoy minoritaria, pero que vincula a la comunidad con el pasado y la une en el presente.