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El catastrazo, el puente, la amenaza

EL CATASTRAZO

Hemos asistido a un semestre marcado por una campaña electoral en la que, como si de una subasta se tratase, se han prometido más autovías, más trenes AVE, cheques-bebé, ayudas para comprar ordenadores, para conectarse a internet, rentas de emancipación, rebajas fiscales, reintegro de cuatrocientos euros… Todo un sin fin de regalías electorales y una auténtica exhibición de gasto. Por supuesto, nadie explicó a quién le iba a tocar pagar la factura.

Coincidiendo en el tiempo con el tramo final de la campaña electoral, y con las promesas de reparto de dinero público a espuertas, a los riosellanos nos fueron llegando notificaciones relacionadas con la siempre temida revisión catastral. Las alarmas fueron saltando una tras otra y, tras algunas notificaciones de infarto, surgieron las primeras voces de disconformidad, principalmente entre jubilados con residencia en la zona rural del concejo.

Es un hecho constatable en Ribadesella, que en los últimos años se han disparado las cifras de construcción de segundas residencias en la zona rural y que se ha incrementado vertiginosamente el valor de aquellas fincas en las que es posible edificar. Son abundantes los casos de fincas agrarias que se han troceado para construir en ellas varias viviendas, alcanzando precios de venta impensables de obtener por su simple rendimiento agrario o ganadero.

Tampoco faltan en los escaparates de las inmobiliarias riosellanas ofertas de prados que rondan los 90.000 euros para edificar una única vivienda. Si en la finca caben cuatro viviendas, los precios fácilmente pueden superar los 350.000 euros.

En el otro platillo de la balanza, y como contrapunto a la borrachera inmobiliaria que ha vivido nuestra zona rural, nos encontramos con una situación económica en las arcas de algunos consistorios locales como el riosellano que, lejos de ser boyante, está próxima a la indigencia. Una situación ciertamente anómala en la que, con relativa frecuencia, nuestros munícipes se ven obligados a tener que soportar el ser tildados de pedigüeños por otras administraciones públicas.

Ya quedan lejos los tiempos en los que se practicaba la sextaferia, y a nadie se le escapa que las competencias de los ayuntamientos se han multiplicado en los últimos años. A la vista están las ingentes necesidades de infraestructuras que genera la construcción en la zona rural: kilómetros de caminos que es necesario asfaltar, continuas ampliaciones de las redes de agua y de alumbrado, la recogida domiciliaria de basura a todo lo largo y ancho del concejo, la progresiva implantación del saneamiento… Unos servicios a los que hay que añadir costosas depuradoras, depósitos, bombeos, potabilizadoras, personal de mantenimiento…; toda una infraestructura cuyo coste se dispara en concejos con un incesante crecimiento de las viviendas dispersas, como es nuestro caso.

Como es sabido, la revisión catastral se traduce en el IBI, un impuesto sobre los bienes inmuebles destinado a sanear las haciendas locales, dependiendo el Catastro del Ministerio de Economía y Hacienda, un organismo cuya voracidad recaudatoria no hace falta recordar. Uno de los principales problemas que se plantea con el lBI para los residentes en la zona rural, es que se trata de una población envejecida, que vive de una pensión, y cuyas fincas rústicas (que hace pocos años casi se regalaban), ahora, en virtud del urbanismo expansivo, se han convertido en fincas edificables; alcanzando un valor considerable en el mercado inmobiliario. Un hecho que, como era de esperar, no ha pasado inadvertido al fisco.

Esta revalorización de fincas es percibida por muchos propietarios como sumamente positiva; poco menos que igual que si les hubiese tocado la lotería. Sin embargo, para el labrador que simplemente aspira a vivir una jubilación tranquila, manteniendo un pequeño huerto para el autoconsumo y algunos árboles frutales, las fincas se han convertido en una pesada carga.

Por lo general, nuestros dirigentes no sólo están ignorando el potencial de nuestro agro para producir alimentos de alta calidad, sino que, de forma incomprensible, también parecen estar olvidando que el mantenimiento de los cultivos y de la actividad ganadera es un pilar básico para el mantenimiento del paisaje humanizado que caracteriza nuestro entorno rural. Sin embargo, no hace falta ser un experto en desarrollo rural para advertir que va contra toda lógica concebir nuestro campo como si se tratase de un museo; los labradores y ganaderos forman parte del medio y ellos son quienes lo sostienen.

Lejos de ser reconocida su labor y ver recompensado fiscal mente el bien social que realizan como mantenedores de nuestro paisaje y de nuestro entorno natural, ahora parece que se pretende atizar a estos labradores un subidón fiscal que los va a convertir en una auténtica especie en extinción. Es verdad que esas fincas, cuando son edificables, adquieren un valor considerable y constituyen un patrimonio. Sin embargo, en lugar de penalizar fiscalmente al labrador y al ganadero, bien se podría distinguir (a estos efectos), entre aquellos que son residentes permanentes y mantienen con gran sacrificio una actividad agroganadera, y aquellos otros que no son residentes y simplemente han adquirido una finca en la que han levantado unos apartamentos turísticos, una esplendorosa vivienda para su solaz durante el fin de semana o, incluso, han comprado la finca para trocearla, comercializarla en ajustadas porciones y así redondear un suculento negocio en el mercado inmobiliario.

No deberíamos olvidar igualmente, que en la zona rural cada vez resulta más notable el predominio de la vivienda de segunda residencia; y ya hace tiempo que ha dejado de llamamos la atención la proliferación de casas con piscina, jacuzzi y toda clase de comodidades. Tampoco parece, pues, que deban ser los habitantes de la zona urbana (muchos de ellos residentes en pisos muy modestos), los que tengan que soportar en solitario el grueso de la creciente carga fiscal que ocasiona la prestación de unos servicios municipales a los que se demanda una constante ampliación y modernización.

El asunto no deja de ser complejo, dada la divergencia de intereses en juego pero, en cualquier caso, parece obvio que ahogar económicamente a nuestros labradores y ganaderos, a lo único que conduce es a forzarles a vender sus huertas y praderías y a echar nuestro campo en las garras de la especulación inmobiliaria, abandonando su «improductividad» ganadera. Para más inri, las vergonzantes insuficiencias y retrasos que se vienen acumulando en servicios básicos como el saneamiento, sólo agravan la situación de inferioridad y discriminación que padecen los habitantes de las áreas rurales; y ello en una región en la que, según proclaman los representantes oficiales, se quiere convertir el turismo rural en una de sus principales fuentes de riqueza.

No faltan iniciativas dignas de elogio en nuestro medio rural, sin embargo, ante la progresiva extinción de labradores y ganaderos, todo sugiere que a lo que se tiende es a un turismo rural sin vacas, sin gallinas, sin apicultura, sin maizales, sin nadie que pode los frutales Un turismo rural aséptico, sin cuchu ni caserías. Un modelo de turismo rural en el que, lejos de marcarse como fin primordial el complementar los ingresos de labradores y ganaderos, al final, tal parece que de lo que se trata es de llegar a vendemos un chalé con piscina.

En fin, cuando consigan darle la estocada final al campo, y ya no tengamos ni establos, seguro que algún dirigente avispado nos promete un Museo de la Cuadra.

EL PUENTE

En una situación que nos recuerda a la vivida con el recientemente alumbrado Centro de Salud, desde hace ya casi diez años, cada vez que se convocan comicios electorales, vuelve a la palestra el tema del puente de RibadeselIa. Cada vez surgen nuevas propuestas y cada vez más rocambolescas.

Siendo ministro el entonces todopoderoso Alvarez Cascos, allá por el año 2000, se redactó un proyecto para un nuevo puente sobre la ría que viniera a solventar las deficiencias del actual, construido en plena guerra civil, aquejado de problemas estructurales y, sobre todo, raquítico para las actuales demandas de tráfico peatonal y rodado. Tras ser presentado a bombo y platillo, al final, este proyecto (costeado por el Ayuntamiento), quedaría aparcado, entre otras razones porque, una vez en marcha la construcción de la autovía, era obvio que la carretera N632 que atraviesa nuestra villa, había dejado de ser una vía prioritaria en las inversiones del Ministerio de Fomento.

Posteriormente, con la vista puesta en los comicios locales de 2003, ante la presión vecinal y la cada vez más acuciante necesidad de paliar la insuficiencia de las aceras del puente, se nos propuso la construcción de una pasarela en zig-zag, que acometería el Ministerio de Medio Ambiente. Este nuevo proyecto, de aspecto un tanto ingenieril, suponía instalar un artefacto de hormigón en paralelo al puente, con un impacto visual sobre la ría bastante considerable. Las críticas arreciaron, sobre todo desde el banquillo de la oposición municipal, y no faltó quien comparó el artefacto con algo parecido a un acueducto del trasvase Tajo-Segura.

Tras ser expuesto el proyecto durante meses en la oficina de Turismo, ante el cambio de color en el gobierno de la nación, pronto quedaría olvidada la denostada pasarela. No obstante, con el tiempo, fue tomando cuerpo una nueva iniciativa: la de hacer un puente nuevo pero conservando el puente actual para paseo y, según se decía, para los pescadores. Se argumentaba que con esta solución se ahorraría el coste de su demolición. De nuevo surgieron voces alertando sobre el «efecto barrera» y el negativo impacto visual que generaría esta solución; sobre lo anacrónico de mantener un puente de líneas arcaicas adosado a un puente moderno; así como también sobre los riesgos de multiplicar la acumulación de sedimentos en la ría. Curiosamente, nadie argumentó el coste que supondría su inevitable acondicionamiento.

A partir de 2005, para añadir más salsa a la cuestión, el ex alcalde Juan Ureta emprendió su particular cruzada, y los escaparates de la villa se poblaron con llamativas propuestas de reforma del puente actual; propuestas que incitaban a la reflexión y que, además, constituían todo un grito de reivindicación. Por último, en un nuevo capítulo de este culebrón, tras las elecciones generales del pasado mes de marzo, el asunto del puente vuelve, una vez más, a saltar a la actualidad. Sin ni siquiera saberse si el puente se construirá algún día o no, últimamente parece que el debate se centra en dilucidar si el puente actual debe ser demolido o debe ser conservado.

A la vista de las perennes incertidumbres presupuestarias y ante tanto vaivén propositivo, nos asaltan algunas preguntas: Si de verdad se pretende construir un puente moderno, con amplias aceras y carril-bici ¿para qué serviría conservar un mostrenco a su lado? ¿O acaso se pretende ahorrar en costes construyendo un «medio-puente» sólo para vehículos? ¿No estaremos ante un proyecto virtual, sin respaldo presupuestario alguno y que no es más que un fruto de la demagogia electoral?

Dejando al margen el voluntarismo optimista y las polémicas gratuitas, si se mira con una cierta perspectiva, llama poderosamente la atención en este asunto, el hecho de que todavía no se haya estudiado seriamente la posibilidad de reformar el puente actual, ampliando su tablero para dotarlo de amplias aceras y de carril-bici; mejorándolo estéticamente, a la vez que saneando y reforzando su estructura. Una solución que ya se ha llevado a cabo con notable éxito en otros sitios y que, casi con toda seguridad, tendría un coste muchísimo menor que un puente nuevo.

No se trata de pecar de impacientes frustrados ni de renunciar a priori a un puente nuevo pero, tras diez largos años de demoras y expectativas fallidas, parece obvio que con una solución imaginativa y cuidadosa, bien se podría mejorar estéticamente el puente actual; amén de ensancharlo y dotarlo de todas las prestaciones que el sitio requiere. No sólo se evitaría desnaturalizar la ría y se ahorrarían absurdas polémicas sobre pasarelas, puentes y demoliciones; también cabe pensar que sería más factible recabar los necesarios fondos públicos (siempre escasos) para su ejecución; máxime cuando la disponibilidad de recursos del Estado financiador, se nos antoja difícil ante un horizonte de ajuste económico, recorte de fondos europeos y encarnizadas disputas peticionarias por parte de las diecisiete Comunidades Autónomas.

Sin lugar a dudas, soluciones ágiles y asequibles las hay; sólo hace falta voluntad de buscarlas. Muchas veces, no se sabe porqué, lo más fácil parece que se convierte en lo más difícil. Resulta curioso, pero en pleno shock inmobiliario, hay quien ya habla de un campo de fútbol nuevo en los terrenos de la antigua central lechera, y no falta quien propone trasladar el polideportivo para no ocultar la visión del futuro museo de Tito Bustillo. Claro que, sin disquisiciones bizantinas, probablemente más de uno se aburriría mucho.

LA AMENAZA

Han pasado ya unos cuantos meses desde la celebración de las últimas elecciones municipales, las cuales supusieron un vuelco en el panorama político riosellano al insuflar unos aires de renovación que despertaron la curiosidad, interés y esperanza en muchos vecinos después de ocho años de ininterrumpido gobierno mirandista.

Sin embargo, tal parece que aquellos aires han dejado de soplar y que la nave municipal haya entrado en una zona encalmada de vientos que impiden su navegación y la arribada a cualquier puerto.

Las cosas en Ribadesella suelen transcurrir sin demasiada prisa, por eso se queda corta la costumbre de valorar la actuación de los nuevos gobernantes al cruzar el umbral de los cien días de mandato. Sin embargo, ya ha pasado todo un año y ha llegado la hora de realizar un primer balance.

En todo este tiempo ¿ha cambiado algo? Sin duda; para empezar nuestros flamantes gobernantes se han puesto magníficos sueldos, los alcaldes de barrio son elegidos mediante votación popular y se ha formado el Consejo Municipal de la Juventud, aunque está por ver si alguna de estas cosas sirven para mejorar lo que había. En el aspecto cultural y festivo, ha asomado la bandera rockera, curiosamente unida al asturiano, que se pretende renazca al impulso del amparo municipal. También ha quedado paralizado el Plan de Urbanismo, y en cuanto a obras públicas, se ha empezado a acometer la del muelle y el tantas veces postergado encauzamiento del río San Pedro. Del resto sólo quedan promesas en este inmenso valle de Harán para que los políticos tengan algo que decir cuando nos visitan, proyectos en parte debidos al impulso de los anteriores mandatarios que, o bien han finalizado -Centro de Salud-, o duermen el sueño de los justos por los despachos (léase el Museo de Tito Bustillo, ampliación del polígono industrial, parque de La Mediana, saneamiento rural, ampliación del puerto deportivo y puente sobre el Sella, aparcamientos, etc.).

Es posible que algunos de estos proyectos puedan acometerse a lo largo del presente mandato municipal, al menos eso sería lo deseable, puesto que alguno ya estaba al caer independientemente de quien estuviera sentado en la poltrona municipal, pero queda en el ambiente una sensación de inconsistencia, de etérea liviandad, de vacío.

Con un Alcalde maniatado por los acuerdos entre el PSOE e IU que le quitaron las concejalías de más lustre, éste forma parte de un matrimonio en el que ambos cónyuges se miran de reojo y al que parece que le faltan nuevas ideas, el empuje necesario para lIevarlas a cabo, o ambas cosas. Ideas ilusionantes, que no vayan a remolque de lo que otros imaginaron y que sean capaces de concitar el apoyo de todos los riosellanos.

Y buena falta nos hacen, porque negros nubarrones han hecho su .aparición por el horizonte y la bonancible situación económica basada en la construcción, ha dado un notable giro, por lo que Ribadesella, que vive en gran medida de una economía ligada a la construcción de segundas residencias, lo va a notar, aunque hasta ahora el fantasma del paro apenas haya dejado ver su pata negra por debajo de la puerta.

A estas alturas, pocos ponen en duda que el sector inmobiliario está atravesando una grave crisis. Tras meses de negar las evidencias, y una vez superadas las elecciones generales de marzo, fue desvelándose paulatinamente la situación real de nuestra economía; una situación que ya resulta imposible de ocultar.

Todo indica que, tras la efervescencia inmobiliaria de años pasados, la fiesta se ha acabado. La flojedad de la campaña veraniega de 2007 ya nos puso sobre aviso. Con tras miles de familias endeudadas hasta las cejas, era lógico mal que iba a resentirse el consumo. Un año después, ya no se oculta que han bajado las ventas de pisos, de coches, de electrodomésticos y de muebles; se viaja menos y se va menos de restaurante.

En lo tocante a estas cuestiones, Ribadesella es un concejo que funciona como un pequeño laboratorio, pues cuenta con una economía muy vinculada al consumo más superfluo: hostelería, turismo y segunda residencia. Es decir, somos especialmente sensibles a este tipo de turbulencias económicas.

¿Cuál es la causa que nos ha llevado a esta situación? No parece haber una razón única, pero en el caso de Ribadesella, resulta un hecho harto conocido que en el sector inmobiliario local se habían alcanzado unos precios que nada tienen que envidiar a los de las mejores calles de una gran capital. Una situación un tanto ilógica que sólo e se explica por la fiebre especulativa, el dinero negro y el crédito fácil que proliferó durante estos años. Múltiples factores han ido inflando la burbuja pero, al final, la economía especulativa siempre acaba aterrizando; y lo peor de los aterrizajes, cuando son bruscos, son las secuelas sobre el empleo.

Aunque en España se construían más viviendas que en Alemania y Francia juntas, nos lanzamos ciegamente al frenesí constructivo. Sabíamos que existían miles de viviendas vacías, pero esto no parecía importar. ¿Para qué íbamos a pensar que esto no era sostenible? ¿Quién era el loco que se atrevía a hacer de aguafiestas? Todos hacían negocio: Ayuntamiento, directores de banco, notarios, agencias inmobiliarias, fontaneros, albañiles….

En Asturias, en ocho años se perdieron 63.000 vacas y 9.000 ganaderías, y a nadie le pareció importar demasiado. Sin embargo, las agencias inmobiliarias se multiplicaron como setas (casi una docena en Ribadesella), y los camareros y jóvenes ganaderos huyeron hacia la construcción. Al calor del dinero fácil, se metieron a promotores hosteleros, carniceros, tenderos, concejales y hasta profesionales de la medicina. Algunos bufetes se especializaron en «pelotazos» y recobró una fuerza inusitada la vieja figura del «conseguidor». Los bancos ofrecían dinero a domicilio y los especuladores se lanzaron como poseídos a la compra de terrenos rústicos para su inmediata recalificación. Muchos ayuntamientos, siempre necesitados, olvidaron los escrúpulos y se colocaron a la cabeza de la vorágine recalificadora; y donde antes había un pastizal y árgoma, de repente, manaba el progreso.

En Ribadesella, algunos proponían un Plan de Urbanismo para la construcción de varios miles de viviendas. Adelantándose a la jugada, se compraron miles y miles de metros cuadrados de suelo; y la ya famosa «finca de Platas», marcó todo un hito cuando un paisano con unas cuantas vacas y los pantalones bien puestos, ponía de rodillas a los ejecutivos de grandes inmobiliarias obsesionadas con comprarle los terrenos a cualquier precio. Como si de un derby futbolístico se tratase, algunas transacciones se comentaban apasionadamente en los bares de la villa.

En algunas promociones, los precios iban subiendo mes a mes. En alguna incluso, a medida que subía el precio, iba bajando la calidad; y no faltó quien nos intentaba convencer de que era normal vendernos la vivienda con la cocina sin amueblar. Los pisos se compraban sobre plano y muchos vendían antes de escriturar, obteniendo unas ganancias impensables de alcanzar con un simple sueldo. A pesar de que los precios eran mareantes, para facilitar las cosas, los bancos prolongaban la duración de las hipotecas a 20, 30, 40 años… Numerosos pisos se tasaban por encima de su valor real y así, con el importe de la hipoteca, también se adquirían además los muebles y un coche, y alguno hasta se fue de crucero.

A nuestro concejo llegaron promotoras de los más diversos lugares ávidas de conquistar nuestro paisaje, y encontraron comprador hasta los terrenos más infames. Muchas construcciones se realizaron con mano de obra de aluvión y a contrarreloj. La hostelería se quedó sin mano de obra y hubo que recurrir a los inmigrantes. En algunos bares riosellanos tal parecía que estábamos en el Caribe.

Bastaron algunos contratiempos en la coyuntura económica internacional, para que el castillo de naipes comenzara a desplomarse. Como si de una película surrealista se tratara, ahora vemos promociones de chalés a los
que se rebaja el precio en 60.000 euros (se anuncian en plena Gran Vía riosellana); vemos compradores que renuncian a la señal depositada y abandonan la compra; proliferan los carteles de «SE VENDE»; hay chiringuitos inmobiliarios que echan el cierre y, cuando abrimos el periódico, nos encontramos con suspensiones de pagos (concurso de acreedores lo llaman ahora).

Pasado algún tiempo, no son raras las construcciones levantadas a marchas forzadas en las que aparecen humedades y grietas y, cuando se va a reclamar, no faltan casos de empresas que ya se han disuelto. Lo más lamentable del caso es que siempre pagan el pato los más débiles.

En Ribadesella, la suspensión de pagos de la constructora SEOP, ha dado lugar a imágenes de barricadas y neumáticos ardiendo en Los Porqueros. Unas impactantes imágenes protagonizadas por albañiles, escayolistas, fontaneros, pintores y empleados de subcontratas, que reclamaban el pago de las deudas pendientes. Cuando lo vimos en los periódicos, algunos riosellanos pensamos que el periodista se había equivocado de localidad; otros creían que era un mal sueño. Parecía imposible que algo asísucediese en el apacible portus riosellano.

Ahora vamos a tener que hacer penitencia por las alegrías pasadas con la aparición de un fantasma que creímos domesticado, el incremento del paro, que no es problema menor. El desempleo es uno de los mayores dramas que pueden afectar a las personas, familias y a la sociedad en su conjunto, y es un problema que antes de que se vislumbre en el horizonte, se ha afrontar con toda energía.

Se trata de una crisis que afecta a toda España pero en lo que respecta a Ribadesella ¿Qué se puede hacer desde el Ayuntamiento para aminorar sus efectos? Sin duda se necesitan inversiones, y no basta con programar planes de empleo juvenil y de formación, que hasta ahora no se han hecho, pero que es el recurso a utilizar cuando las cosas ya no tienen remedio, porque con ser estos muy necesarios, no serán sino parches al no haber empresas en Ribadesellaa que demanden a los formados cuando estos planes se agoten.

Se hace necesario pues ir al fondo del problema. La solución pasa por crear las condiciones adecuadas para la formación de empresas, y más que ayudar a la búsqueda de un trabajo que la raquítica economía riosellana es incapaz de proporcionar, se deben alentar las iniciativas, buscar posibles inversores, apoyar a los emprendedores y facilitar su asentamiento en nuestro municipio.

La mayor parte del tejido empresarial riosellano está constituido por la pequeña empresa, el pequeño negocio, el autónomo y es a ellos a los que hay que cuidar y apoyar de modo que haga atractivo el gran riesgo que asumen, que dispongan de todas las facilidades para obtener ayudas institucionales y mejores posibilidades de financiación que les permitan cumplir eficazmente su trabajo haciéndolos plenamente competitivos. El desarrollo del polígono industrial es fundamental y urgente para luchar contra el paro en el municipio. No se puede seguir dando largas al asunto yendo como se ha ido a remolque del de Pría; hasta ahora no se podía justificar la discriminación riosellana, pues menos ahora cuando parece que debería existir mejor sintonía entre administraciones.

Y es que si las autoridades municipales no tienen la sensibilidad adecuada y no ejercen las acciones precisas para hacer frente al problema, quizá deberíamos ir pensando en construir nuevamente el Habana.

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