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Denuncia

Mientras en la Plaza Nueva muchas personas participaban en el Festival de la Borona, siguiendo con atención las recomendaciones que se daban para su correcta elaboración, tuve a bien dirigirme hacia el Paseo del Malecón. El agua entraba con fuerza por la compuerta, dado el alto coeficiente de marea de aquella tarde, y la desembocadura del río San Pedro, lleno el cauce, presentaba un aspecto poco habitual, casi de río amazónico. Ambiente primaveral, los niños jugaban en el parque allí instalado, la exuberante vegetación, el roquedo y el Puente del Pilar se reflejaban en las cristalinas aguas, las madreselvas aromatizaban el ambiente, se podía escuchar el canto del zorzal, e incluso se dejaba oír el cencerro de una vaca que, indolente, pastaba en la orilla. Sólo los esqueletos de algunos árboles, muertos, descortezados por el tiempo, abandonados, y la degradante basura que se dejaba ver entre los carrizos, lograron hacerme salir del ensimismamiento en que me encontraba.

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