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De excursión al Picu Pienzu

El miércoles, 14 de agosto, 33 valientes de todas las edades, de abuelos a niños, nos dispusimos a subir al Picu Pienzu.
El autobús de Elier nos llevó hasta el Mirador del Fitu. Parada técnica para sacar la foto del grupo y comenzamos la subida, que es bastante suave en los primeros kilómetros, con vistas a Arriondas, Cangas y los Picos de Europa. Llegamos a la majada de Bustacu como si nada, un paraje idílico: las vacas y los caballos con sus crías, pastando…, hasta el sonido de los cencerros creaba un ambiente de paz y tranquilidad. “Esta subida es pan comido, pensaron algunos”.
Pero claro, la subida comenzó a endurecerse nada más que abandonamos aquel bucólico paraje, de modo que el grupo se fue estirando. Yo, dejando el resuello a cada paso que daba, miraba de vez en cuando hacia atrás esperando ver la renuncia de mis compañeros ante la fatigosa subida. Pero curiosamente eso no ocurría, y todos, más o menos, iban ganando altura a distinto ritmo en una senda que parecía no iba a terminar nunca. “Debo ser yo, que no estoy en forma” -me dije, sudando como un pollo- mientras admiraba con envidia a aquellos que subían y bajaban ¡¡corriendo!! como si nada lo que a mi tanto me costaba.
Por fin pudimos llegar a la cumbre, que nos ofreció unas vistas espectaculares. Sin duda, la subida había merecido la pena. Aprovechamos para descansar, refrescarnos con la brisa marina, saciar la sed, comer algo y recrearnos con todo lo que aparecía ante nuestros ojos. Nueva foto de los triunfadores.
La bajada fue dura, pero no presentó tanta dificultad como la subida, lo que permitía formar grupitos en los mejores tramos para charlar de lo humano y lo divino, por ejemplo, la opinión que nos merecía a media docena, todos hombres, el Me Too por el asunto de Plácido Domingo.
No llegamos al mismo sitio del que habíamos partido, nos desviamos hacia La Biescona, el hayedo a menor altura de toda Europa, una lujuria de vegetación que hizo las delicias de los aficionados a la fotografía y de todos. Al final de la senda nos esperaba nuevamente el autobús de Elier.
¡Ah! Tardamos seis horas en hacer todo el recorrido, yo me bebí litro y medio de agua y pudimos recrearnos con un alimoche, varios buitres y hasta un gamo con una espléndida cornamenta. Y alguno hasta se sacó una foto con Camilo Sousa, el presentador del programa de la TPA Mochileros, que también andaba por allí.
Sin duda fue una jornada para recordar.

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