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Acerca del proyecto del Campu les Rolles

Hace algunas semanas se ha presentado por el equipo de gobierno municipal el anteproyecto de ordenación del espacio que en su día fue conocido como Campu les Rolles. Salido del estudio del arquitecto, Jeremías Sampedro, al que también se debe el Centro de Salud, tiene por objeto tratar de solucionar algunos de los problemas que aquejan a la capital municipal en cuanto a equipamientos, como puede ser la escasez de aparcamientos en determinadas épocas, el poder disponer de un amplio espacio para actos diversos, o de una sala con suficiente capacidad para acoger a varios cientos de personas. Al mismo tiempo, el tratar de dar solución y reordenar un espacio que había crecido de forma un tanto anárquica y sin un plan específico.
Con ser muy loables tales propósitos, a nadie se le oculta las dificultades a las que se enfrenta tal anteproyecto para poder llevarlo a buen término, ya sean estas políticas, administrativas o financieras.
Políticas, por la falta de consenso en el seno de la corporación municipal, deseable para una actuación de la envergadura y trascendencia de lo que se propone. A este respecto las dudas se hacen más que evidentes a un año de que se celebren elecciones municipales, toda vez que la actual Alcaldesa, principal impulsora del proyecto, ya ha dicho que no piensa presentarse a ellas, a lo que se suma la incógnita de futuro del partido que la sustenta.
Administrativas, puesto que los terrenos sobre los que se quiere actuar no son municipales, lo que requeriría el consenso y aprobación de otros organismos, dependientes de Administraciones con las que es necesario tener una sintonía que resulta difícil que se dé al estar siempre supeditada al color político de unos y otros. A mayor abundamiento, el obligado derribo de la Plaza de Abastos, no deja de ser un problema añadido, toda vez que recientemente, a propuesta del Colegio de Arquitectos, la fundación Docomomo Ibérico, entidad que estudia las muestras más relevantes de la arquitectura moderna, ha decidido incluir en su registro este edificio racionalista. Y es que puestos a derribar, quizá habría que pensar primero en la Casa del Mar.
No es menor el asunto de la financiación. Valorado el proyecto en unos seis millones de euros, el conseguir subvención pública para llevarlo a cabo resulta, hoy por hoy, poco probable y en el futuro toda una incógnita.
Todo ello obliga a la prudencia en cuanto a la posibilidad de realización del proyecto que se propone. No sobran las ideas, como tampoco voluntad para tratar de resolver problemas que afectan a todos los riosellanos, pero lo más probable es que el proyecto, en el que quizá se hayan puesto demasiadas expectativas, acabe en el mismo lugar que el realizado no hace tantos años para la misma zona.

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